20 septiembre, 2011

las notas simpáticas

Ayer en las noticias, un jovencito buscaba a un gemelo suyo fallecido supuestamente al nacer, pero con muchas contradicciones en el expediente hospitalario. Un triste caso más de los recientemente destapados robos de bebés. Sin embargo, esta noticia esconde un fondo precioso: este chico decía que creía que su hermano estaba vivo porque podía sentirlo. Esa maravillosa conexión de los gemelos parece obrar en ellos; uno tiene los síntomas claros que padece el otro, siente su angustia, su miedo o realizan las actividades más dispares de forma sincrónica.


Como los psicólogos son listísimos (un beso, Jaime), tienen una teoría al respecto con un nombre de lo más rebuscado: "Permeabilidad del aparato psíquico fetal" que defiende que cuando estamos en el útero materno nuestro inconsciente sigue manifiesto y es al nacer cuando se cierra (o impermeabiliza) y ya no podemos acceder a él. Así, los gemelos que han convivido las 24 horas al día durante 9 meses en un espacio mínimo y además justo en esa etapa que marca la transición de nuestra insconsciencia a nuestra consciencia; quedan, de algún modo, conectados.

Jaime Anglada, otra vez

El título lo dice todo: Que escribo sobre Jaime Anglada otra vez (y voy a dejar de hacerlo en un tiempo, que nuestros respectivos cónyuges deben estar ya con la mosca detrás de la oreja), que Jaime Anglada ha estado, otra vez, ofreciendo un concierto sublime pero sobre todo que lo hacía, otra vez, en un sitio que siempre debiera tener música en vivo: el Bluesville. El local clausurado, reabierto, vuelto a clausurar y después sometido al peor castigo; no el perder aquella nube de humo que era parte del ambiente y que, como bien bromeaba Jaime anoche, "olía a un incienso que no sabías porqué pero, te gustaba" sino privarlo de la música en vivo. Como bien defiende Ignacio su creador: Bluesville es Cultura. Los más de 365 conciertos al año, multiplicados por los 17 años de andadura del local dan la friolera de más de 6000 conciertos. Eso es cultura y no hay ayuntamiento que no pueda verlo y no existe ayuntamiento que no sólo no deba precintarlo ante una denuncia puntual sino que, a mi parecer, no deba encontrar soluciones: defenderlo.

la flor de la vida

Ya sé que este blog aparece a menudo como un diario, pero no es el propósito. Claro que escribo por la simple razón de que no sé no hacerlo. Se me van los dedos, me vienen las palabras... pero por otro lado, el hecho de publicarlos ambiciona mucho más que el que que me miren (total, tampoco soy tan guapa). Busca el poder reírnos juntos, aunque sea empezando conmigo; el dejar un poso sobre el que pensar aunque sea yo la víctima de la metáfora porque siento que siempre es más fácil involucrarse en una historia cuando parece eso: una historia con personajes (que a veces se parecen a ti o a un amigo tuyo) y no un artículo impersonal y frío. A saber. Quizá si supiera escribir ese tipo de artículos no andaría escribiendo posts, pero insisto: no sé no hacerlo y si a lo mejor, en algún momento, alguna de estas palabras os sirven aunque sea un poco... os las regalo.

Y sin embargo estas líneas de ahora son absolutamente personales. Espero y quiero que no os sintáis identificados en ellas ni ahora ni nunca aunque, os adelanto que como en todos mis otros posts (como en todo lo que toco), hay un final feliz.

Hace diez años escuché por primera vez hablar del Virus de Papiloma Humano (VPH). Ojalá hubiera sido en un telediario, pero no, fue de boca de aquel señor con bigote que me dice "Relájese. Ahora sentirá frío. Esto le va a molestar. Esto quizá le duela" como si con ese discurso pudiera relajarme.

10 septiembre, 2011

un corazón que late tras el 11-S

11-s
Yo estaba en Nueva York pocos días antes de que se celebrara el primer aniversario del terrible atentado. La ciudad estaba rota, deshecha y el eco de la tragedia sonaba desde cualquier rincón. No era mi intención ir a la Zona Cero o, al menos, no hacerlo tan pronto, pero iba en metro; no recuerdo de dónde a dónde y el tren pasó despacio por una de las estaciones cerradas tras los graves daños sufridos durante los atentados. Se creó un silencio dentro del vagón mientras mirábamos aquellos muros de los andenes sujetos con andamios en una espesa oscuridad. Me dejó en el cuerpo la sensación de que pasásemos pos las mismísimas catacumbas del infierno y entonces, surgió el impulso y bajé en la siguiente estación. No sabía muy bien por qué y creo que esa especie de aturdimiento se dibujaba en mi cara de una forma tan clara que nada más poner un pie en la calle, flotando, dudando sobre qué hacer... un ejecutivo con traje y maletín me hizo un gesto de que fuera hacia la izquierda. Le miré extrañada y me contesto: "Para ir al Trade Center, vas al Trade Center". Ni siquiera era una pregunta del todo y ahí, se me sumó al aturdimiento un enorme sentimiento de vergüenza, como si me hubiesen pillado fisgando en un cajón ajeno. 

05 septiembre, 2011

se vende, se alquila, se embarga

Vivo en una finca modesta en un buen barrio. Ése fue siempre mi objetivo porque tenía claro que la casa la podría ir cambiando, pero con el barrio no podría hacer nada.

Tengo un piso totalmente a pachas con Barclays en una finca de doce viviendas. Desde hace un tiempo dos lucen el cartel de SE ALQUILA y dos el de SE VENDE. Después hay un quinto de una familia dominicana que vino al país en la época (no tan lejana) de bonanza. Vinieron ya precontratados y con el viaje pagado por Mercadona que enviaba oteadores a Latinoamérica porque aquí no daban abasto. La oferta del contrato incluía un anticipo suficiente para dar de entrada en un alquiler o, como en su caso, en la hipoteca de un piso. Esta familia también intenta vender el piso, pero sin demasiado esfuerzo porque tienen claro que cualquier día de estos, se marcharán (echan de menos el sol y aquí las cosas ya no son como eran) y, el día que lo hagan dejarán las llaves en el banco. Punto y final. En este caso, aunque sea de un modo implícito, el banco sí acepta la dación del piso porque saben que tratar de localizar al hipotecado les llevaría unas costas judiciales altísimas que, muy probablemente, al no lograrlo, tendrían que acabar asumiendo.

Solo falta que a cualquiera de los doce pisos le llegue una orden de embargo y creo que tengo en mi propia finca una muestra bastante representativa de cómo va mi ciudad y... la tuya.