14 diciembre, 2011

The Protester; El Indignado

Después de Vladimir Putin en 2007, Barack Obama en 2008, Ben Bernanke en 2009 y Mark Zuckerberg en 2010, el prestigioso galardón de Persona del Año de la revista Time es para la figura anónima de El Indignado (The Protester). Ha sido la manera en que la revista quiere reconocer la labor de tantas personas que a lo largo del mundo entero, salen a la calle a intentar cambiar la historia: nuestra historia.
 

"La historia a menudo surge sólo en retrospectiva. Los acontecimientos se hacen significativos sólo cuando miramos hacia atrás. Nadie podría haber sabido que cuando un vendedor de fruta tunecino se prendió fuego por un pequeño cuadrado de espacio en una plaza de una ciudad apenas visible en el mapa mapa, provocaría protestas que rebajarían a dictadores en Túnez, Egipto y Libia y regímenes en Siria, Yemen y Bahráin. O aquel cuyo espíritu de desacuerdo estimularía a mexicanos para elevarse encima de contra el terror de cárteles de medicina, griegos mudos hasta marzo contra líderes inexplicables, americanos que salieron a ocupar espacios públicos para protestar por la desigualdad, y rusos para plantarse contra una autocracia corrupta. Las protestas han ocurrido en distintos países, protagonizadas al menos por tres mil millones de personas, y su protesta ha aparecido en periódicos más que nunca a lo largo de la historia. 

¿Hay un punto global que inclina para la frustración? Por todas partes, parece que la gente al fin se detuvo y dijo “Basta”. Discreparon; pidieron; no se rindieron, incluso cuando las respuestas llegaron en forma de gases lacrimógenos o como una lluvia de balas. Encarnaron literalmente la idea de que la acción individual puede traer el cambio colectivo y colosal y aunque este cambio se ha entendido de diferentes maneras en lugares diferentes, la idea de la democracia estuve presente siempre. La raíz de democracia viene del latín demos; pueblo y Krátos; poder, gobierno y ya que el pueblo no se ha visto representado en las urnas, entonces salieron a manifestarse a la calle. 

Quienes siguen hablando de una revolución tecnológica se equivocan; no fueron las redes sociales las artífices de estos movimientos aunque quienes han tenido acceso a ellas las han usado con maestría. La tecnología nos ha servido para mirar las noticias contadas directamente por las personas y esto ha logrado extender el virus de protesta pero, no es ésta una revolución de alambre sino una humana, de corazones y mentes. La tecnología más vieja que existe. 

Por todas partes del mundo este año, la gente se ha quejado del fracaso de liderazgo tradicional e irresponsable de las instituciones. Los políticos no parecen capaces de mirar más allá de la siguiente elección, y rechazan hacer opciones difíciles. Este es el motivo por el que no seleccionamos a un único individuo como Hombre del Año para el 2011. El liderazgo ha venido de la base de la pirámide, no de la cima. Para capturar y destacar un sentido global de promesa agitada, para sacudir gobiernos y creencias convencionales, para combinar la más vieja de las técnicas con la más reciente de las tecnologías; para encender una luz sobre la dignidad humana y, finalmente, para dirigir el planeta, por el más democrático, aunque también el más peligroso camino para el siglo XXI. Todo esto ha hecho que El Indignado sea la Persona de 2011 para la revista Times. 

El Indignado: 

Hace tiempo, cuando las noticias se hacían estrictamente por profesionales y eran impresas en papel o transmitidas por las ondas por unos pocos para las masas, los indignados eran los fabricantes principales de la historia. Entonces, cuando multitudes ciudadanas tomaron las calles sin armas para declarar su oposición, se convirtieron en la definición misma de noticia. En los años 1960 en América marcharon por los derechos civiles y contra la Guerra de Vietnam en los años 70, se movilizaron en Irán y Portugal en los años 80, hablaron claro contra las armas nucleares en EE UU y Europa, contra la ocupación israelí de Cisjordania y Franja de Gaza, contra la tiranía comunista en el Cuadrado Tiananmen y Europa del Este. La protesta se convirtió en la continuación natural de la política. 

Y luego vino El fin de la Historia, resumida en el ensayo de Francis Fukuyama que declaraba que la humanidad había llegado al “Liberalismo Occidental” que significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas. 

Las dos últimas décadas han supuesto la mayor subida del nivel de vida que el mundo pudiera haber imaginado jamás. El crédito era fácil, la autocomplacencia y la apatía eran difundidas y las protestas callejeras nos aparecían como atracciones secundarias, insustanciales y emocionales; algo anticuado y pintoresco. Algo esporádico en un mundo rico. 

Había algunas excepciones, como las protestas que terminaron con El Apartheid en Sudáfrica en 1994. Pero casi exclusivo de jóvenes, minorías y radicales que la imaginación popular calificaba de Anti Sistema. 

"La protesta callejera masiva y eficaz" era una máxima global hasta que, de repente –y por desgracia- comenzó exactamente hace un año, a verse como el único panorama posible para resolver numerosos conflictos y el manifestante; El Indignado otra vez se hizo un fabricante de historia. 

El preludio a las Revoluciones comenzó en Túnez, donde la miseria del pueblo frente a el lujo desmedido mostrado por su dictador terminó cuando un vendedor de fruta callejero de 26 años, Mohamed Bouazizi se prendió fuego. Un viernes por la mañana de hace casi un año, harto de años de abusos policiales y tras que una funcionaria le abofeteara al ir a recuperar la mercancía requisada por negarse a pagar un soborno, Mohamed dijo que iba a quejarse al Palacio de Gobierno, y la mujer se burló de él. ¿Quien iba a hacer caso a un don nadie. Salió del edificio, compró un bidón de gasolina y se quemó vivo delante de dos policías. Esa fue la chispa que encendió la Revolución tunecina y, del resto de países árabes; doce meses de intensas movilizaciones que han dado lugar a la Primavera Árabe, el fin de dictadores como el tunecino Ben Alí, el egipcio Hosni Mubarak o el libio Muamar al Gadafi. 

En Egipto, el detonante fueron las elecciones de 2010 sumadas, como en Túnez, a los cotidianos abusos por parte del poder. En Rusia esto era la realización que otros seis (o 12) los años de Vladimir Putin no podrían conducir a la normalidad democrática. En Sidi Bouzid, en Túnez, en Alexandría y El Cairo; en ciudades árabes y ciudades a través del Golfo Pérsico al Océano Atlántico, en Madrid y Atenas y Londres y Tel-Aviv; en México y India y Chile, donde los ciudadanos se movilizaron contra el crimen y la corrupción; en Nueva York y Moscú y docenas de otras ciudades estadounidenses y rusas, el aborrecimiento y la cólera hacia sus gobiernos se hicieron incontenibles."*

Rick Stengel y Kurt Andersen, TIME, Person of the Year

Why I protest: Olmo Gálvez y Carmen Rodríguez

una de las imágenes más representativa de España 2011

Por motivos muy diversos pero, sin duda, 2011 ha sido un año sin precedentes en cuanto a protestas y sin embargo, no vemos aún los frutos de esta indignación reflejados en cambios de nuestros gobiernos. Estamos viendo impasibles como nuestros derechos más fundamentales se van recortando una y otra vez. 

En España llevamos más de 350.000 familias desahuciadas que mantendrán sin embargo su deuda con el banco. La policía se ha presentado sin piedad para asegurarse de que estos desalojos se lleven a cabo arrastrando a su paso a veces con violencia a los indignados que han tratado de evitarlo. Nos mantenemos a la cabeza en la tasa de parados de Europa con un 22,8%. Casi una de cada cuatro personas en España no trabaja; casi una de cada dos entre los jóvenes, con más de un 43% de parados (más del 50% en Andalucía). Mientras, aumenta la edad de jubilación y jubilados, funcionarios, estudiantes, inmigrantes, personal sanitario y así un largo etcétera... prácticamente cualquiera ha visto mermada (cuando no tambalearse) su forma de vida. Aumentan calladas las tasas de suicidios y de ingresos pisquiátricos,   aumentan alarmantemente el número de indigentes en nuestras calles y nos espera un 2012 que aún no podemos ni imaginar; “Lo único bueno del 2011 es que será mejor que el 2012” decía Juan Roig alegando que lo peor de la crisis está aún por llegar. España está viviendo una fuga de cerebros sin precedente. No es un éxodo llamativo como viviéramos en el pasado, sino un goteo incesante de gente cualificada que huye adonde quiera que se valore su trabajo y sino, mientras tanto; adonde pueda subsistir con dignidad. Otros nos quedamos pero no nos bastan los argumentos que escuchamos de nuestros gobiernos, no nos parecen razonables los continuos reajustes que se alternan en televisión con casos y más casos de corrupción y... nos indignamos. 

No sabemos si el 2012 será el año del Fin del Mundo. Si parece ineludible que será el año del fin de Europa y del mundo tal y como lo conocíamos. Esperemos que todas estas chispas encendidas por doquier ya no se conviertan en llamas sino en semillas que den fruto para el bien de todos.


* Traducción mía del artículo con algunas licencias que espero que los autores sepan disculparme. Las ganas de compartirlo eran muy grandes. Aquí, de nuevo, el enlace a la noticia original.


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