11 julio, 2010

España, España

Pilar Ruiz Costa, fútbol
En la víspera de jugar la final del Mundial de Fútbol contra Holanda...

No me gusta el fútbol. O quizá, debería decir que no me gusta porque no lo entiendo o quizá, es que no lo entiendo porque no me gusta. Tampoco es que me disguste especialmente. No. Más bien es que, para mí, no se justifica lo que mueve y agita este deporte de sofá (excepto para veintidós personas que corren en pantalón corto en la tele) en comparación a muchos otros. Debo tener prejuicios de aquellas veces en que oyes como gobiernos han promocionado este deporte para tener a los ciudadanos de a pie entretenidos y así mientras no molestan con las crisis propias de cada lugar. Deben dolerme los salarios de chiste de lo desproporcionados que injustamente cobran unos por un trabajo no muy distinto a otros. No entiendo que el equipo que representa a una ciudad esté formado por jugadores comprados a otras ciudades, de otros países, de otros continentes que no saben nada de la ciudad que representan y que en uno o dos años se irán a otra distinta, cualquiera, por más dinero.


Debo ser mucho, muchísimo más básica que los seguidores que atiborran los bares los domingos anteponiendo esa tarde el fútbol a cualquier otra cosa... Ellos sin duda, lo entienden.

PERO, cuando hay algún partido de estos representativos, intento verlo, porque me consta que al día siguiente no se hablará de otra cosa y si todo un país se reúne alrededor de algo, ese algo, debe ser cultura. Debe ser historia. 

E "intentar verlo" no quiere decir que consulto mi agenda para hacer un hueco a tal evento, no. Quiere decir que me planto (sola o en compañía de otros a los que desespero con mi ignorancia) frente a un televisor y trato de seguirlo sin perderme. Trato de distinguir a algunos de los jugadores que más me suenan; éste es muy guapo, éste sale con la ex de no sé quién, éste anuncia natillas, hamburguesas (que apuesto a que su entrenador, su preparador físico, su médico y su agente, en ese orden, le tienen totalmente prohibidas). Éste cuesta tantos millones de euros... Porque poco oigo en el día a día sobre sus pormenores deportivos. Quizá debería comprarme el As. Por algo debe ser el periódico más vendido del país.

Y me planto y veo el Madrid-Barça sin un ápice de preferencia porque gane uno u otro hasta bien transcurrido el partido en que simpatizo con los que entiendo (en mi no entendimiento absoluto), y que mucho tiene que ver con mis preferencias a última hora por un partido en períodos de elecciones. Me planto hasta que intuyo que éste está jugando más limpio, o le ponen más emoción, o por ejemplo, el entrenador desde el banquillo, me parece una buena persona.


¡Y claro que he visto los dos últimos partidos de la selección en el mundial! El anterior sin entender nada pero este último de semifinal, ya sabiendo que jugaban Villa, Puyol, Casillas y también recuerdo a un tal Xabi y un tal Pedro, pero no sería capaz de reconocer sus fotos ¡Y fue emocionante! Fue emocionante que cada grito del campo coincidiera con un grito de la calle desde mi ventana, que coincidiera con otros gritos aún más lejanos de otras calles y saber que un país, formado incluso por extranjeros dentro del país y por españoles repartidos en todo el mundo, gritaban sincronizados. Es emocionante ver una sensación de orgullo por la patria que no veo en el día a día.

Reconozcamos que el apego que tienen en Estados Unidos o Argentina a sus colores, por ejemplo, no existe en nosotros. Hace un mes, como alguien se vistiera con una camiseta o una gorra con la bandera o el escudo español era un hortera y ver ahora que visten y se abrazan madrileños, sevillanos, canarios, catalanes y vascos, no solo entre sí, sino a una única bandera, es emocionante

Una vez más, parece que el fútbol televisado ha logrado uno de sus supuestos objetivos primeros: que a los ciudadanos de a pie se nos olvide la crisis del país, pero ¿a quién le importa? Apuesto a que independientemente de la situación económica de cada hogar, ahora mismo el termómetro de la felicidad debe estar en cuotas altísimas.

Y en mi casa y en mi caso; como acabo de descubrirle una utilidad práctica. Rectifico y al menos por un tiempo limitado, me hago chaquetera, cambio de opinión y digo que me gusta el fútbol. Hala, vamos a pegarle una paliza a los tulipanes.


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