21 noviembre, 2009

la vida fácil de Diana

Diana me dice: "Jo, nunca hablas de mí en el blog", "Mucha Isa, mucha Isa", "Jo, yo quiero que me dediques un post" y, como tampoco me especifica si pretende un post-homenaje o uno contando sus cien mil virtudes, pues hoy, puestos en materia, me arremango y a por ella; directa a la yugular.

La suerte del resto siempre parece más grande, sus penurias más llevaderas y su trabajo mucho menos meritorio, ¡dichosos ombligos! y sin embargo, debo reconocerlo públicamente y casi a gritos: Qué fácil la vida de Diana. Ha ido vagando por la vida, con su perfecta sonrisa de dientes apilados y así, con un esfuerzo apenas muscular, limitado apenas a la parte inferior de la mandíbula y ya, el mundo a su paso se iba reblandeciendo para dejarla pasar. Rara como ella sola, viviendo en aquel planeta formado por muchos planetas de colores que se sobrevolaban unos a otros ("Sí, ya pero... ¿en qué planeta vive?" rezongaba aquel psicólogo que de niña la miraba dibujar)
cautivaba siempre a gente de madurez aparentemente muy superior ¡aparentemente! Y es que Diana, hermosa y blanca, siempre mantuvo el control dentro de aquel descontrol que la envolvía y así, se presentaban a buscarla a casa pseudoadultos que estaban cambiando la voz: 

-Hola, ¿está Diana?
-¿Diana? ¿Mi Diana? ¿Pretendes secuestrarla en mis narices?

Pero no, sólo se la llevaban a pasear y es que parece que la compañía de aquel retaco de pelo pincho parecía molar.

Un día la profe, harta de que no atendiera en clase, de que no disimulara su aburrimiento y se dispersara siguiendo el vuelo de una mosca (seguramente una mosca llegada de visita de algunos de sus planetas) me llamó para enseñarme una manualidad que nos preparaban los niños para el día de la madre. Era un cuadro de una maceta con una flor que pintaban y después cosían. Un trabajo de chinos, pobres criaturas... la cuestión es que llevaban días sus compañeros dedicando la última hora de clase y otros ratos libres a la obra de arte y la profesora, enfadada me lo contaba mientras sostenía la macetita de Diana y me preguntaba molesta mi opinión. No soy crítica de arte ni gran amante de los bodegones en general pero... no pude tampoco ser excesivamente dura: las proporciones eran correctas, los colores bien elegidos, bien repartidos, el bordado estaba en los límites que a mi modo de ver correspondían, no aparecía manchado o arrugado... ¡Qué sé yo!

-No está mal... ¿no?
Dije dubitativa.
-¿Qué no está mal? ¿Qué no está mal? -Protestaba ella- ¡Está perfecto!

Y se dedicó a esparcir por la mesa los trabajos de los otros niños, mucho más propios de los 6, 7 años. Sólo fui consciente de ese hecho al compararlos. Los demás llevaban mucho tiempo y ella, abstraída ni lo intentaba hasta que el último día, cuando la profesora le gritó que era viernes y último día de trabajo y que como no empezara no tendría nada que regalarme para el día de la madre. Ahí se puso ella en materia, abandonó sus moscas (o vete a saber, quizá hasta pactó con ellas algún tipo de ayuda) y se puso, se puso y lo hizo perfecto.

-Es muy mal ejemplo para todo el resto.

Me dijo la profe. Y tenía razón. Eso lo he tenido presente siempre; en un mundo en el que se premia el esfuerzo, Diana, hermosa y blanca es un mal ejemplo.

Abandonó el instituto, abandonó trabajos, abandonó su piso compartido, perdió tantas, tantas cosas en el camino que es imposible enumerarlas y sin embargo tiene un trabajo fantástico, montones de compañeros y excompañeros que muy sinceramente la aprecian y es imprescindible para muchos y muy buenos amigos que valoran su sonrisa (rara rara ¿he dicho ya que su sonrisa es rara?), su simpatía, su alegría gigante, esa forma de hacerte reir y de reirse de ella tan extraordinaria... Se encontró con un embarazo inesperado y donde habría sido más fácil plantarse en el anonimato ella se revistió de un valor (sospecho que traido de alguno de sus planetas) y decidió seguir adelante con o sin el apoyo de quienes la rodeaban ¡Cómo no iban a apoyarla quienes la hemos querido siempre! y ha demostrado que la maternidad es, como la vida, como ella... muy fácil. La miro chupar un chupete antes de metérselo en la boca a ese sinvergüenza, la veo lavar un biberón con agua del grifo igual a como antes lo enganchaba a una teta en cualquier lugar o circunstancia o tomar una copa de vino ¡porque como va a ser malo tomar 1 sola copa de vino! y recuerdo todas las odiseas con las que yo me castigaba: esterilizaciones, hervidas continuas con el reloj en mano o andar lavándome los pezones con gasas estériles bañados en agua hervida antes y después de cada toma y pienso que estaba loca ¡qué el mundo entero estaba loco! y solo Diana se me aparece cuerda (creo que esa cordura también es importada de otro planeta) y veo a Ismael, sano, feliz y encima me reconoce (creemos que piensa que soy "esa señora que le dice cosas") y me regala esa sonrisota sin dientes pero perfecta como la de su madre y me derrito. Qué curioso, igualito, igualito al motor que la ha movido a ella por este mundo...

Y ahora, "pa'rematar" ¡va y se compra una casa! Así, con 22 añitos, teniendo coche sin carnet y llevando sin trabajar tanto tiempo que ni se acuerda muy bien de como se hace (lo prometo, me lo dijo el otro día).

Definitivamente, es mi héroe y... también debería ser la vuestra. Así que a modo de reconocimiento, me quito el sombrero y (¡con tal de no oírte más!), te dedico un post.

Post Data: Y además, te quiero mogollón.

otro Post Data: Bueno... quererte, quererte...

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