02 noviembre, 2012

todos los santos

todos los Santos, cementerio, lápida, tumba

Nunca había ido a un cementerio el día de Todos los Santos. Me he pasado la vida incrédula viendo esas aglomeraciones de coches y viandantes caminando en fila por los arcenes con flores envueltas en celofán y sin embargo, no es que no me gusten los cementerios ¡me encantan! O al menos…  algunos y procuro visitarlos siempre que tengo ocasión en los viajes porque te dan pero que mucha información sobre los vivos: los que habitan en tiempo presente el lugar en cuestión y también de los otros, los que lo habitaron. 


A ver, que no es que cuando cruzo una autopista pare en todos los carteles que indican una salida a “Villa Moros de la Barriga” preguntando por la taberna y el cementerio, pero sí que opino que, cuando visitas lugares lejanos, especialmente los muy muy lejanos… el concepto que tienen de “lugar de reposo” merece una excursión con calma. Se me ocurre por ejemplo, un cementerio fastuoso en La Habana; toda una ciudad dentro de otra, pero también alguno modesto al lado de los caminos de La Romana a Santo Domingo y por descontado, lo que no puedes perderte en modo alguno, es conocer los otros rituales de donde no entierran sus muertos: los ancianos que recorren a pie media India arrastrando fajos de leña tratando de llegar al Ganges, porque no tienen familia para asegurar la leña suficiente para que su incineración sea rápida y segura (es decir, les garantice el paso a la otra vida y no tener que repetir asignatura en otra reencarnación , o más interesantes aún, los rituales budistas en el Himalaya, donde los matarifes descuartizan siguiendo un perfecto protocolo al muerto y los buitres, en su perfecto protocolo particular esperan el reparto de órganos. Allí, de los muertos se aprovecha todo. Yo he intentado incluso hacer soplar algo parecido a una flauta fabricada con un fémur y desafino exactamente igual que con las de madera de aquí, pero de nuevo ¡me estoy perdiendo! Eso será otro post...

La cuestión es que mi madre me llamó porque mi hermano le había comentado que ya que por primera vez en nuestra historia reciente me encontraba con mis propios huesos en Ibiza para Todos los Santos, tal vez querría ir con ellos y el resto de mi basta familia a visitar a mi abuela. Bien sabéis mis lectores habituales, que yo le debo muchas visitas a mi preciosa abuela Catalina, pero no sólo por ello, como por ver en directo por una vez todo ese espectáculo de las aglomeraciones con flores en celofán en general y muy particularmente, ver cómo vivían esa misma tradición “los míos”, dije que sí. Incluso pensando que sería mucho más de agradecer ir en su cumpleaños, en su santo (para mi santa abuela Catalina, el día de Santa Catalina era muy importante); o ir cualquier día ¡un domingo porque sí!

Los blogueros como yo ya sabéis que los paseos entre nichos, como entre parientes, embarazadas, dentistas o políticos… es en tu cabeza ya un post. Más que ir pensando, vas escribiendo, ¿a qué es cierto? Y, mientras me perdí de mi familia en un cementerio también perdido y sin cobertura, aparqué entre un precioso pinar allá por el monte, porque es que en nuestra cultura, muy al contrario que en otras, los cementerios y las cárceles se llevan lejos, donde no nos recuerden que la muerte existe y donde ningún ladrón tenga la oportunidad de mirarnos a los ojos. 

Familias al completo; niños mirando con recelo (os recuerdo que no habían pasado ni 12 horas de la noche de Halloween), me aguanto las ganas de agacharme tras una tumba y gritar ¡Uh! Algunos viudos solos reponiendo macetas y muchas gitanas muy bien arregladas limpiando con afán las lápidas. El olor a cristasol con el de goma quemada del crematorio de fondo. Mucha, mucha gente hablando, riendo, repartiendo saludos y besos y nadie triste. Me dio que pensar, que quizá esta visita a los difuntos para muchos, no se haya repetido desde el funeral y esta oportunidad les sirve para reconciliarse con el lugar. Es más; no hay mejor momento para comprobar que no eres el único que pasa por la experiencia de perder a un ser querido independientemente de la tragedia individual que llevara consigo. Muchas tumbas de ancianos a las que sus amados cónyuges, hijos y hasta nietos, grabaron un último saludo, pero también esas otras tumbas solitarias: extranjeros y niños con angelitos grabados junto a una foto de comunión. Es inevitable ponerte a calcular la edad exacta entre el nacimiento y el fallecimiento y es inevitable preguntarte quién hay detrás de esas lápidas sólo con iniciales y abandonadas, ¿tan mal te portaste? ¿Por qué te dejaron solo? Quizá tu familia esté muy lejos. Quizá, ni siquiera sepan que estás aquí… A mi prima le da repelús cuando esas siglas coinciden con las suyas. Le pego un codazo y le digo que eso se llama dejà vu.

Retomo el presente y veo a mi abuela, mirándonos sonriente desde su nicho ¡pero qué guapa es esta mujer! Y a su lado, una Vírgen María (que le encantaría), un poema mío enmarcado que en realidad escribí hace tantos años no para ella, sino para mi madre que estaba perdiendo a la suya y a los lados, con todo inmaculadamente limpio: dos ramilletes de claveles. Brilla. No me refiero sólo a su tumba, sino a mi abuela. Sigue iluminando todo a su alrededor. Miro a sus vecinos. Pienso que estos sí que son “para siempre”. La verdad, no los conozco, pero tienen mucha suerte de tener a mi abuela de compañera.  Pienso en que probablemente a mi abuela le habría hecho más ilusión un vasito de vino (a ella le gustaba mucho el vino), porque flores… de tanto en tanto hay quien le va trayendo, ¿pero una copita? Pienso que igual tampoco es el momento oportuno; una de dos, o alguno de los otros visitantes podía ofenderse o como tuviéramos éxito, no dábamos abasto con una botella.

Me comentan mi madre y mi tía de los pormenores del cementerio. Resulta que esas cartas enganchadas a los nichos indican un aviso de pago, porque más allá de lo que cuestan esos horteras ataúdes y rituales mortuorios, aún te queda pagar por alojar tus huesos ¡pero siempre! Y si no, te envían a una fosa común. Cada vez me parecen más prácticos, a la vez que atractivos, esos otros rituales de otros lugares donde los inevitables muertos no se apilan en macroconstrucciones ¡por siempre! Sino que desapareces, te esfumas (nunca mejor dicho) o incluso, con suerte, contribuyes a darle algo de música a este mundo. Tampoco me parece el momento oportuno para comentárselo a mi madre. Igual me da una colleja… De todos modos ¡caray! Algo me va conociendo y seguro que mi padre construiría un bonito estante de madera para alojar mi flauta junto a la chimenea. 

No es serio este cementerio, Mecano

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10 comentarios:

  1. Tienes razón en lo que dices que el cementerio de un lugar te da información sobre sus gentes. Recuerdo que una de las primeras veces que pasé a Francia observé en un pueblo un cementerio alegre, al que iban con la normalidad con que se visita un parque, con los niños jugando entre las lápidas. Me llamó muy positivamente la atención, en contraposición a lo tétricos que solemos ponernos aquí con esas cosas.
    Podría contar muchas anécdotas relacionadas con este asunto, porque estuve más de un año trabajando como agente de asistencia en Ocaso. Incluso escribí una entrada al respecto este verano: http://bitacorademacondo.blogspot.com.es/2012/07/el-gitano-manuel.html
    Se te echaba en falta, Pilarcica, que cada día nos quieres menos.
    Muchos besos.

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    1. ¡Pero si has atendido 200 servicios funerarios! Por razones obvias: o acabas escribiendo, o en un psiquiátrico. Obviamente, te quedan aún muchas, pero que muchas aventuras por contar.

      Besos de quien cada día os quiere más,

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  2. A mí los cementerios que me gustan son los de UK en las iglesias, que te vas de picnic al cementerio tan ricamente.
    La primera vez que me llevaron, yo miraba a mi cuñada y no me lo podía creer :D
    Prefiero otros ritos, como dices y oye si hay que ser flauta, pues nada ¡que me toquen bien!
    Besazo

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    1. Bueno, en esto de que te toquen bien, debo añadir que también vale que lo hagan en vida ;) Sí, es maravilloso salir y sorprenderte y después volver a mirar lo conocido con nuevos ojos.

      Besazo de vuelta, desde Londres que creo recordar que te gusta mucho.

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  3. Para cementerios... yo me quedo con el de Père-Lachaise en París. Los parisinos lo utilizan cómo si fuera un parque incluso. Y no es de extrañar pues es enorme con anchas "calles" y llenos de lápidas que parecen obras de arte. Y toda una huella de la HISTORIA. Es absolutamente precioso.

    Más allá de eso también estoy con vosotras, Pilar y Dolega... prefiero otro tipo de ritos. Y sé lo que es perder seres queridos desde mi jovencito casi un niño. De esa clase de seres queridos cuya pérdida se convierte en un golpe de flotación en en el seno familiar por la edad tan temprana para irse del que se va. Pero siempre desde que se fue he sentido que ella no estaba allí dónde la enterraron. Si no en otro lugar mucho más hermoso dónde no existe el tiempo y el espacio. Solo la LUZ y la MAGIA.... Creo además que ellos, los que se fueron muchas veces deben sonreírse viendo cómo sus seres queridos van a visitarles al cementerio... deben verlo cómo una representación teatral... "ey, vosotros que nosotros no estamos ahí... estamos en todas partes... pero ahí... No"...

    Mención aparte me merece que en este sociedad cuando se trata de pagar tienes que pagar para morirte... y hasta para que tus huesos o lo que queda de ellos puedan seguir reposando dónde te enterraron... Qué fuerte...

    Por otro lado quiero compartir esta canción con vosotros. Y que descubrirla esta mañana viendo como un padre se la dedica a su hija me ha emocionado. Yo se la dedico a aquellos seres queridos que se fueron, a los que aún andan por aquí y muy especialmente a una persona muy especial valga la redundancia:

    http://www.youtube.com/watch?v=1JMrxyv8B_8&noredirect=1

    P.D: Podéis tomarla todo aquel o aquella que lo queráis pues las canciones no son de nadie (en el fondo ni siquiera de quiénes las componen) pero son de todos.

    Otropostdata: La sensación que me produce este tema es también la misma sensación instantánea y espontánea que siento al leer este blog desde su primer post. GRACIAS PILAR. Un síntoma más de que tu dharma es escribir.
    "NON STOP".

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    1. Pues yo un día de estos cometo un acto de rebeldía y me muero, pero gratis, a ver que hacen con mis huesos aquí que no se estilan las flautas traveseras. Conste que de mis costillas salía un bonito xilófono, seguro que sí.

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  4. Yo he acompañado desde pequeña a mi familia al cementerio. Íbamos una semana antes de todos los santos para así ahorrarnos el atasco y también así la gente que pasaba por la lápida se la encontrara arreglada. Era una mañana de paseo, leyendo nombres y recordando junto a mi abuela todas las personas que reconocía del pueblo. Ella siempre se terminaba emocionando al llegar a la lápida de su hija, que falleció a las pocas horas de nacer, pero salía contenta de ver qué bonitas le habían quedado las nuevas flores. Era una manera de decirle que la recordaba y que de alguna manera seguía viva, siempre un bebé. Pienso que la gente no muere del todo mientras haya alguien para recordarla.

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    1. Qué preciosa historia en un sólo párrafo. Efectivamente, si entras en la vida de alguien y le alcanzas el corazón, te quedas a vivir allí por siempre y el resto... son tonterías.

      Un placer que me leas. Esta es tu casa, vuelve cuando quieras,

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  5. Mi madre, mi tía y mi abuela siempre le cambian las flores a la tumba de mi abuelo el día de su cumpleaños. No se me ocurre un día mejor para hacerlo. Ir a visitar su tumba porque lo diga el calendario, pues no. Vas cuando te lo pide el corazón. Recuerdo las visitas a ese cementerio todos juntos, las oraciones frente a su lápida, las lágrimas, el frío que hace allí, por Dios (nunca mejor dicho). Recuerdo el día de su entierro, y sobre todo, le recuerdo a él, que lleva ya unos años allá arriba, y de vez en cuando le pido que nos cuide a todos desde donde esté.
    En cuanto a rituales, prefiero la incineración, qué queréis que os diga. A mí que me conviertan en cuatro cenizas de ná y que me esparzan por el Cantábrico, que es muy poético y muy práctico para el veraneo.

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    1. Pues nada, el día de mañana todos quemados, nuestras cenizas volando indefinidamente por la geografía y los cementerios convertidos en parques temáticos, en restos arqueológicos.

      Un beso, preciosa.

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