31 diciembre, 2015

gracias



Tenía un post recién sacado del horno que, de repente, ahora... carecía de sentido. Ya lo publicaré (o no) en otro momento pero me ha parecido, así de repente, ahora... que la única palabra capaz de llenarlo todo era GRACIAS.

Por favor, todos los que tengáis alergia reconocida a los momentos ñoños, a los mensajes súper mega positivos que nos reenvían por doquier en estas fechas nuestros amigos, dejad de leer ahora mismo. Los que andáis con el corazón roto recientemente, los que estrenáis o arrastráis penas o desastres, iros corriendo a otra página más apropiada, más acorde con vuestras ausentes ganas o, quién sabe, quedaos y dad las gracias porque el Universo traidor puso estas letras en vuestro camino mientras andabais buscando a saber qué en Google. La vida es caprichosa, pero te doy mi palabra de que quiere lo mejor para ti.
No podía más. No tenía un motivo de queja alguno (si no al contrario, muchos por los que dar las gracias), pero sentía en cada célula de mi cuerpo que tenía que simplificar mi vida dispersa entre trabajos y lugares. ¡Ya veis qué lugares! Mallorca, Ibiza y Madrid ni más ni menos... probablemente de los mejores lugares en el mundo y más si, como en mi caso, implicaban proyectos, familia, un montón de amigos. Pero no podía más. A pesar de que hacía muchas, muchas cosas (y muchas eran buenas), de que me esperaban para brindar, que estaba viajando mucho y reconocía y reconocían el fruto de mi trabajo, era agotador a hacerlo a semejante ritmo para mantener tres casas, tres vidas. Aunque veía con frecuencia a mis hijos, me volví avariciosa y quería más, mucho más. Además, era consciente de que, sin motivo de queja alguno, me estaba alejando de lo que tenía que hacer, ¿recordáis aquel asunto del Dharma? Pues me despertaba por las noches, me hablaba mientras caminaba a solas por las preciosas callejuelas de la Plaza del Sol de Ibiza. Y no puedo más que dar las gracias. Por las experiencias, por los nuevos compañeros, por los nuevos amigos y por los de siempre, por mi familia y también por la clarividencia kamikaze que me hizo hacer las maletas y cerrar primero mi vida en Ibiza, en Mallorca después y conducir con todo lo importante en mi coche negro camino de Madrid.
Y aquí estoy, entre Chueca y Malasaña como si no hubiera pasado el tiempo. Como si Madrid no se hubiera percatado de mi lucha interna en la que, os lo juro, a pesar de que he cambiado una vida aparentemente segura por una incierta en la que ni siquiera tengo trabajo. Ha ganado la razón y el corazón y quizá el miedo haya sido el único perdedor.
Os tengo que dar las gracias a quienes me leéis, a quienes lo hacéis en silencio (como quien sufre las almorranas) y hoy, muy especialmente a quienes lo hacéis a los gritos y esto de los gritos es muy literal porque no tenéis ningún reparo en reprocharme por escrito y a viva voz para que no siga escribiendo e incluso insultarme por si seré capaz de acabar el año sin publicar al menos una vez más. Cuánta razón tenéis... gracias, muchas gracias por devolverme a mi sitio muy lejos de los pies en la tierra y mucho más próximo a las nubes.
Gracias a Diana por estar convirtiéndose en la adulta que tenía que ser y no parecerse a ninguna otra que haya existido antes. A Óscar por esos ratos en que saca lo mejor de él y a Mario por ser un gran tipo.
Gracias a tantos amigos y amigas que son imposibles de enumerar. Gracias años que con sus visitas llenan esta casa madrileña. Gracias a todos los nuevos amigos de aquí porque no me miráis como si estuviera loca y hasta reís mi chistes (ya os cansareis).
Gracias a mi padre por sus últimas horas. A Conchita porque con el tiempo me consta que además de quererme empecé a gustarle y cuando puede lo prodiga, gracias a Pi porque sus dudas me acompañan siempre, gracias a Pacho porque fue el primero que creyó en mis letras y las llevó a lugares donde aún me da vértigo asomarse. Gracias a Pilar y Noemí porque me ayudaron a rellenar en cajas treinta años de vida y hoy vienen a Madrid a celebrar juntas el inicio de un año nuevo. Gracias a Isa por esa magia por la que todos los lugares acaban guardando relación con ella.
Gracias a mis ex (los que vienen de visita y los que no me dirigen la palabra) porque es justo y hasta inevitable quedarme con lo mucho bueno vivido y de corazón os deseo lo mejor.
Gracias a quienes me quisieron querer por la razón que fuera y gracias a quien lo hace porque es un insensato. Es tan maravilloso sentir simplemente que en otras manos estás en casa que solo puedo darte las gracias.
Gracias a quienes han apoyado mi trabajo y también muchas, muchas gracias a quienes no. A quienes habéis dedicado energía y tiempo en ser un obstáculo y os habéis centrado durante un tiempo más en apropiaros o hundir mis muy humilde proyectos que en crear unos propios. No os hacéis una idea de cuánto he aprendido en el camino. Los obstáculos están para poner a prueba las ganas y yo tengo muchas.
Gracias a todo lo vivido y a saberlo ver desde la perspectiva exacta de que los tiempos venideros siempre siempre serán mejores. Prometo estar aquí para compartirlos.
Feliz año nuevo a todos. Os merecéis muchas cosas buenas. Id a por ellas.

Imagen: otro de los preciosos mensajes ocultos en los Cristales del Agua de Masaru Emoto.


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2 comentarios:

  1. Me alegra mucho saber de ti, terremoto.
    Que el 2016 te dé salud para sacar adelante la mitad de la mitad de todos esos proyectos que estarán dándote vueltas en la cabeza.
    Un fuerte abrazo.

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  2. ¡Feliz año, Macondito! Vaya pedazo de año nos espera a ambos.
    Besos y abrazos

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