02 octubre, 2009

historias ajenas y propias

historias ajenas y propias
¿Cómo no escribir, si te encuentras por el mundo historias así?

Siempre supe que escribiría; básicamente historias y, casi con certeza, ajenas. Más tarde descubrí que es imposible escribir de otros sin escribir de uno mismo. Por más que escarbes, la barrera entre el escritor, los personajes e incluso el lector es difusa.

Pero volvamos a la maravilla de las historias encontradas: Vagas en tu rutina y tu historia se va cruzando con las otras. Te cruzas con mil escenas pero una por encima del resto llama tu atención e imaginas lo que precedió, lo que vendrá más tarde, sin buscar fisgar más de lo que muestran ni mucho menos interferir si los propios protagonistas no conectan contigo.

Escribir, contar historias se fue haciendo inevitable a medida que vi que las historias nos rodean por doquier. Casi siempre son historias que nos envuelven en un abrazo, pero otras te sacuden en la cara, te dan un vuelco tan grande que comprendes que eran una escala inevitable en la vida que llevabas.


Esta mañana (otra más de este maravilloso y sorpresivo soleado octubre) me han dado uno de esos pequeños cuadernos de viaje (llámense también agendas, servilletas o postits) en los que te dejas llevar por el impulso y anotas algo de esas sorpresas a modo de escenas en las que sin darte cuenta participas. Hoy quiero compartir algunas de ellas. Son pasadas, pocas, muy pocas y en un breve espacio de tiempo:


  • En un concierto en el Berlín Jazz Café con no más de 6 personas y disfrutando por primera vez de Time after time de Yoio Cuesta, nos interrumpe la bronca de un ejecutivo que se pone violento y se niega a pagar la cuenta.

  • El cardiólogo recuerda el caso de Mario, tan tristemente popular hace 10 años y nos da la gran noticia de que no podrá realizar buceo con bombonas. Nos partimos de risa (y es que, comparado con vivir, es un precio pequeño).
  • Un desconocido me dice que no lo recuerda, pero que ha soñado conmigo (¿no es una frase fantástica?).
  • Tomando un té y el tipo de la mesa de al lado le cuenta a su compañero de café que para él, la cúspide del amor solo viene cuando no estás con tu pareja, cuando por lo que sea, os separáis y de repente sientes que no pasa nada. Es cuando sabes que sí es amor y ya no tienes miedo. Dice que no nos damos cuenta, pero de algún modo, echamos de menos echar de menos.
  • Riu me escribe y se disculpa muchas veces por hacerlo. Ha abierto una cuenta en myspace para buscarme, para saber más de mí y ver mis fotos ("fotos de eventos" las ha llamado él). No se considera en absoluto una persona curiosa, pero parece que algo en mí ejerce una fuerza superior a su timidez curtida. Además de sentir curiosidad, quiere que sepa que la siente. Pobrecito, no sabe dónde se mete...
  • Una mujer en la Fnac aconseja a sus amigas que hay que esperar a que llegue la persona idónea, pero si llega y no estás preparada, si no estás abierta cuando se da la ocasión, la ocasión se va... Igual de malo es estar preparada para el amor y que el amor no aparezca. De algún modo hay una energía y hemos de encontrar con quién conectar.
  • Un enano desconocido me pide abrazarme (debo agacharme mucho para hacerlo). Dice reconocerme y que yo veo cosas que los demás no ven (y a veces, también las anoto).
  • Un hombre pasea descalzo por Gran Vía. Podría ser yo misma.
  • Mario me ha regalado una agenda para anotar pensamientos. Isa me ha regalado otra (creo que quieren que siga escribiendo).


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