21 diciembre, 2011

Síndrome del Corazón Fantasma

síndrome del corazón fantasma
uno de los preciosos acrílicos de Jimena Puente
El cuerpo nos reserva sorpresas, sobre todo, si nos aferramos a esa fea costumbre de razonarlo todo. Es el caso por ejemplo, del Síndrome del Miembro Fantasma. Reciben este curioso nombre las sensaciones del cuerpo de que aún posee un miembro que en realidad no tiene. Aunque alguna vez sucede en personas que han nacido sin un miembro, lo común es experimentarlo después de una amputación. Se calcula que entre el 50 y el 80% de las personas que acaban de perder un miembro sienten algunos de estos síntomas: sensación de que sigue unido al cuerpo, sensación de que se lleva una joya (como un anillo o reloj en una mano amputada), placer en el miembro y especialmente, dolor.

Esa misma explicación podría servirnos para el dolor que nos produce a veces, la ruptura en una relación. Podríamos llamarlo, por ejemplo, "Síndrome del Corazón Fantasma" ya que nuestro corazón parece no atender a razones y después de haber llegado a construir la sensación de que un corazón nos pertenecía, tal como si de una extensión del propio se tratara, sentimos su pérdida como una amputación del nuestro y no como un corazón ajeno que sigue su camino. No hay manera de saber cuándo o cuánto va a doler. El ser humano es especialista en verse sorprendido por echar de menos lo perdido más que por valorar lo que se tiene. Vale, puede ser consuelo de tontos pero tenemos que reconocer en ese dolor un último regalo: nosotros SÍ sentimos alguna vez un corazón como propio que es casi lo mismo que decir que estamos vivos. Nos muestra lo afortunados que fuimos alguna vez y, por lo tanto: lo que podemos llegar a serlo. 

Un experimento logró ser efectivo para calmar los síntomas del Síndrome del Miembro Fantasma: la Caja de Espejos. Resulta que al introducir el brazo sano y poder observarlo invertido a través del espejo, el cerebro recrea la ilusión de que el que se está moviendo es el brazo amputado e inmediatamente, cesa el dolor; desaparece. El cerebro busca tanto mover un miembro que ya no tiene que, ese esfuerzo constante en un punto ahora inexistente crea dolor y, con tan solo creer que sí lo está moviendo, se relaja. Ve que se mueve y deja de luchar en el intento. 

Y aquí viene la paradoja. Creo que por motivos no muy distintos; por calmar el dolor del Síndrome del Corazón Fantasma y faltos de una caja de espejos donde pudiéramos deleitarnos ante el espectáculo de “aquel corazón” moviéndose libre a una distancia breve del nuestro, intentamos otro experimento por nuestra cuenta... El de un clavo saca a otro clavo, lo cual puede producir una sensación anestésica, pero sólo ejerce, si acaso, un alivio temporal. Más tarde o más temprano, al comparar a ambos sujetos en nuestra propia caja de espejos, nos damos cuenta de que no tienen nada que ver. Estamos perdidos. La mente inventa trampas que el corazón jamás tolera y el dolor vuelve aún más agudo que antes. Como dice una cita de Mario Benedetti: El mayor error del ser humano es tratar de arrancar de la cabeza aquello que no sale del corazón. 

Este poema ya lo había compartido con vosotros en otra ocasión pero, ¡es perfecto! (además de precioso) 

Cuerpo Docente, Mario Benedetti

Bien sabía él que la iba a echar de menos
pero no hasta qué punto iba a sentirse deshabitado
no ya como un veterano de la nostalgia
sino como un mero aprendiz de la soledad.

Es claro que la civilizada preventiva cordura
todo lo entiende y sabe que un holocausto
puede ser ardua pero real prueba de amor
si no hay permiso para lo imposible.

En cambio el cuerpo
como no es razonable sino delirante
al pobrecito cuerpo
que no es circunspecto sino imprudente
no le van ni le vienen esos vaivenes
no le importa lo meritorio de su tristeza
sino sencillamente su tristeza.

Al despoblado desértico desvalido cuerpo
le importa el cuerpo ausente / o sea le importa
el despoblado desértico desvalido cuerpo ausente
y si bien el recuerdo enumera con fidelidad
los datos más recientes o más nobles
no por eso los suple o los reemplaza
más bien le nutre el desconsuelo.


Bien sabía él que la iba a echar de menos
lo que no sabía era hasta qué punto
su propio cuerpo iba a renegar la cordura.

Y sin embargo cuando fue capaz
de entender esa dulce blasfemia
supo también que su cuerpo era
su único y genuino portavoz.


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3 comentarios:

  1. http://www.youtube.com/watch?v=piaYVH0V1zE

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  2. Un post muy divertido.
    Ha estado muy bien.

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  3. Pilar, no sabes lo identificada que me he sentido en este post!! Me encanta ver como puedes plasmar con palabras tantas cosas cotidianas y hacerlas tomar un valor casi perdido; qué placer leerte!

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