31 mayo, 2012

spacing in Space


Space Ibiza
Nunca he pretendido ser una madre molona. Molo, supongo, en el sentido de que vivo envuelta en cosas que me molan y eso, se contagia. Ojo, que también se contagia vivir rodeado de miseria.

Total, que de todos modos, cuando mi hijo el emigrante regresó con 18 primaveras en el cuerpo y me dijo “ey –con su voz grave- que ya tengo dieciocho, ahora tendrás que llevarme al Space” pues ni corta ni perezosa, lo hice. Ala, a la apertura además con lo que molan esas cosas.


Estos días en Ibiza han sido con este vástago en particular aunque ya os he comentado alguna vez que tengo muchos, montones de ellos y con otros propósitos pero encajado perfectamente en calzador entre ellos, estaba el llevar a mi hijo a todas las parrandas que surgieran, porque igual que habíamos pasado las 2 últimas semanas preparando un examen, las anteriores tocando puertas para que le dejaran presentarse y antes aún, descansando, recuperando y cubriendo de mimos al recién llegado, cuando hay que bailar, pues se baila y sí, se puede bailar siendo madre en una disco puntera y con tu hijo de acompañante.

No era la primera vez de esta peripecia porque su hermana mayor ya fue mi acompañante habitual en una época de nuestra vida en la que yo trabajaba y mucho montando fiestas en locales nocturnos aunque a ella no le molaba especialmente la eterna cara de asombro de “¿qué es tu hija? ¿Qué es tu madre? ¡Pero si parecéis hermanas!” Y cuando alguien le decía “cómo mola tu madre” ella contestaba: “Claro, porque no es la tuya.” Este tipo de berrinches se le fueron pasando de forma intermitente y de todos modos, aunque despotricara de tanto en tanto, cuando hay algún tipo de emergencia seguía volviendo puntualmente bajo mi ala y me llena de orgullo y satisfacción (esto es un chiste) el escucharla (y escucharlos) contar emocionados como preparaba fiestas de cumpleaños temáticas, gincamas sorpresa cualquier día sin venir a cuento, obras de teatro a las que me acompañaba en calidad de mascota, cómo nos escribían los Reyes Magos a nosotros, porque es de cortesía responder. Como eternamente en esta casa se escribieron cartas y cuando alguno soltaba ya afeitándose el bigote “mamá, por favor, que sabemos que los Reyes eres tú” yo les contestaba con un “¿seguro? ¿Seguro? ¿Y vas a correr el riesgo? ¡Yo no! Y escribía mi carta” y con el rabo entre las piernas, el último día pero el incrédulo acababa escribiendo, por si acaso... Recordar como nos íbamos de viaje escogido democráticamente cuando podíamos o, de spa a algún hotelito de la zona cuando el dinero no daba para más, y si no, ¡pues montábamos la fiesta en casa! Como hemos sido siempre un equipo, raro quizá, pero fantástico de 4 en el que todo el que quisiera tenía cabida, como nuestra casa estuvo y está siempre abierta a quien la necesite o simplemente quiera un poquitito de “esta cosa nuestra”. En fin, como escribí hace poco, es tan simple como que tener hijos te da muchas más opciones de jugar

Nadie nunca quiso ser mal padre; a trompicones pero todos lo vamos haciendo lo bien que podemos aunque, en mi caso, no conozco una vida sin ser madre, ¡llevo toda la vida siéndolo! ¿Una exageración? Sacad cuentas: desde los quince. Cuando mis amigas andaban pensando qué ponerse el domingo para la gala juvenil de la discoteca de turno, yo andaba cambiando pañales; cuando me venían llorando porque su novio las había dejado para volver con su ex, yo tenía ese otro tipo de problemas como las filigranas que tendría que hacer para pagar el alquiler, la guardería y los pañales porque aunque luché con muchas burocracias, aunque mi vida tenía toda la dureza de un adulto; de cara a las nóminas, me pagaban como a una adolescente, así que empecé en eso que llamaban “la lucha por la vida” por la puerta grande, pero no, nunca pagué mis tristezas con ellos porque eran (y son) tan preciosos que sólo merecían (y a ratos merecen) besos.

Supongo que esas son las cosas que puestos a pedir, me gustaría que hubieran hecho de mí una madre molona pero, cuando el flaco al que se le ha olvidado el castellano en apenas un añito en la jungla me dijo: "ey, que ya tengo dieciocho, ahora tendrás que llevarme a Space” pues allá que nos fuimos y ahí, vivió una mutación. Primero porque él: el adultito, el insensato en un arrebato de chulería bebió al menos dos copas más de las que podía asimilar, pero no le reñí... sólo le miraba atenta. 

Claro, ahí me tocó abrazarle cuando me dijo con su voz grave: “me encuentro mal, creo que voy a vomitar” y como buena madre y con cierta experiencia con otras borracheras ajenas, le dije lo que tocaba decir al soltarle en la puerta del baño: “bebe agua, mea, vuelve a beber (uy qué curioso, como los peces en el río) y mójate la cara y la cabeza.” ¡Y mano de santo! Salió nuevo el borrachín y ahí bailamos y bailamos sin nada más que hacer porque misteriosamente se le cortó la sed de golpe y vimos todo: el espectáculo del escenario pero también el otro; el de verdad: el de las pintas de tanta gente distinta y extraña y después incluso, le tocó a él escuchar de los que miraban nuestras pintas “¿qué es tu hijo? ¿Qué es tu madre? ¡Pero si parecéis hermanos” y sonreía con los mofletes encendidos y cuando le dijeron “cómo mola tu madre” contestó: “la verdad es que sí, que mi madre mola”.

Pero no están aquí concentradas todas las lecciones de hoy. Aún nos queda una que sucedió a la mañana siguiente. Fue cuando me dijo “mamá, me duele la cabeza pero con una migraña extraña” y le contesté: “resaca, hijo mío, se llama resaca”.

Molar: Que se puede moler. También relativo a la muela y cómo no: que gusta mucho, que encanta, que entusiasma, que alucinas con, que flipas por un tubo...

Molón, molona: Muy agradable y placentero. También guay, dabuten, chachi piruli, la caña, la leche, que te cagas.


Space Ibiza Pilar Ruiz Costa y Óscar
Agus nos ha pasado una foto preciosa...















Otra madre que mola casi tanto como yo:

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8 comentarios:

  1. Si te crees que vamos a protestar por habernos hecho pasar del ayuno a atracón, estás equivocada. Todo lo que escribas será muy bien leído.
    Has pasado del “mola porque no es la tuya” al “la verdad es que sí que mola”. Has mejorado tú o el chiquitín te mira con mejores ojos que su hermana.
    Es un círculo vicioso. A las casas donde está el ambiente hecho (porque son marchosos o, como sucedía en la mía, porque somos siete hermanos) acude la gente a ver lo que se cuece.
    Los peces en el río no mean, solo beben y vuelven a beber, jo.

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    1. Pues mucho que voy a escribir. El que avisa...
      P.D. Me gustan tanto las casas llenas de vida.

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  2. Tienes dos virtudes muy difíciles de encontrar: la primera, que atraes lo extraordinario a tu vida, "haces" que te pasen cosas especiales; la segunda (y aún más importante y mágica, en mi opinión), es que encuentras lo especial en todas partes, incluso en los detalles más comunes que, por desgracia, pasan por nuestras vidas sin que los valoremos como se merecen. Gracias por enseñarnos lo especial de cada momento de la vida, de verdad.

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    1. Buf... ¿qué decir? Gracias suena a tan poco, pero créeme, es un GRACIAS ENORME.

      Por favor, vuelve; estás en tu casa.

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    2. Pues claro que volveré, me he enganchado a tus historias, soy una cotilla incorregible...jeje.

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  3. Retratas la vida con los hijos con la naturalidad de quién los disfruta hasta la última gota.
    Es la primera vez que me paso por aquí y pareces una MADRE con mayúsculas.
    Volveré te lo prometo.
    Un saludo

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  4. Jajaja, Dolega, piensa que es MI versión de los hechos y no la de mis hijos. Miedo me da imaginar la suya si tuvieran que publicarla en un blog ;)

    ¡VUELVE! Un abrazo,

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  5. Para dar fe de lo narrado, os adjunto una foto fantástica que nos ha pasado un amigo que por casualidad, pasaba por ahí :)

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y tú, ¿qué opinas?