28 julio, 2012

la vida es aquello que te sucede mientras andas ocupado en otros planes

bolas de billar 69

"La vida es aquello que te sucede mientras andas ocupado en otros planes." Es una cita que repito con frecuencia, pero caray, cuánta verdad encierra.


Ayer mi hijo Mario (tan precioso él) volvía a Palma después de 10 días conmigo, de modo que mis planes del día se concentraban en agilizar algo del trabajo acumulado en la oficina, una reunión a media mañana, ir al banco a cobrar un cheque, ir a otro a hacer el pago de mi poca amada hipoteca y llegar a casa cuanto antes para poder disfrutar de Mario todo el rato que pudiera antes de depositarlo puntualmente en el barco a las 7 de la tarde. Ah, y entre medias... pegarle otra paliza al billar para que se fuera calentito, porque llevaba días reclamando una revancha, algo cansado de cómo están los marcadores al respecto en nuestro haber.


Ya de camino al trabajo me sonó el teléfono para indicarme que un político muy simpático con el que trabajo codo con codo había calzado una reunión a primera hora a la que me pedía que acudiera para convencer a un señor también muy simpático de que prefiera nuestro municipio por encima de otra opción. Mientras confirmaba que iba, me reía yo sola en el coche pensando en cómo se me había ocurrido pasar por alto en mi último post sobre aquello de convencer, a los convencedores por excelencia: los políticos. Mi trabajo está muy vinculado con la política; lo ha estado a menudo porque son grandes hacedores de eventos, proyectos, campañas y promociones. Casi tanto como de convencimientos colectivos, en realidad. Lo que sucede es que mi concepto, como tenéis fresco, es otro. Tan pronto como me estaban pidiendo reunirme para "convencer", mi cabecita buscaba argumentos a favor de la opción “nuestro municipio” sobre la opción "otro" y claro, me brotaron unos cuantos. Busqué en contra y vaya, haberlos también haylos. Los expuse en una balanza y a pesar de algún handicap evidente que no tendrá remedio, la lista de cosas a favor, lo superaba con creces... Era cuestión de ser valiente y hacer algo nuevo ¡con lo que me gustan a mí ambas cosas! Pero por descontado, yo sólo iba a mostrar claramente y sin letra pequeña todo. La decisión y por lo tanto el "convencido", debía ser el otro. Se mostró visiblemente convencido y si tiene dudas, repetiremos la jugada.

Mi reunión de media mañana era para tres cuartos de lo mismo en un lugar maravilloso, precioso, donde de verdad, de verdad se juntan cielo y mar (chicas, un día de estos que me eche novio y me pida formalmente ser mi tercer marido, creo que me casaré allí en una pequeña capillita en un acantilado). La cuestión es que, a pesar de la maravilla del lugar y de la admiración automática que me provocó el gerente (no sé si os lo he comentado alguna vez, pero la gente inteligente, original, despierta, profesional y calma me gusta muchísimo. Con sólo un par de ingredientes más, hasta le pediría ser mi novio junto a un acantilado), se mostró ligeramente más inclinado del lado de la balanza en el que no colaboraríamos profesionalmente y siendo justos, casi tengo que darle la razón y, aunque insisto, yo no voy jamás a convencer a nadie, aunque casi casi estábamos de acuerdo en el punto... me di cuenta de que no estoy habituada a que la gente (en este caso clientes), no se convenzan solitos tras una reunión conmigo. Hago memoria y pocos, pocos se han resistido a mis argumentos y sonrisa, con mucho más peso de mis argumentos que defiendo porque existen y son estupendos. Este hombre acababa de “ganarme al billar” y me falta, me falta costumbre...

Ya con la mañana repartida entre sanos debates, me quedaba poco tiempo para que cerraran el banco y corría hacia allí dándole aún vueltas a esa rara nueva sensación del desacuerdo. En el banco me atendió un imbécil zafio e inútil que me trató mal. Lo juro, ¡me trató mal! Y de esas cosas sí que me falta costumbre...

No sólo no me dejaba ni explicarme, sino que claramente trataba de quitárseme de encima y por una maldita burocracia pretendía no pagarme el cheque y además, casi a los gritos, con lo que toda la gente del banco nos miraba como si estuviera tratando de endosarle un billete del monopoly. 

Yo no soy de enfadarme ¡qué va! Pero, ¿qué este hombre ni me escuchara? Ese "no señor" tenía el poder en aquel momento y por sus huevos (decidme que no he escrito eso), yo me levantaba y dejaba pasar al siguiente y ya estaba finiquitado el asunto. 


Respiré hondo y ni sé cómo logré que se escuchara entre gruñidos una frase mía diciendo que iba inmediatamente a por la puñetera maldita burocracia pendiente y además repetida y me suelta el inútil que “no hace falta que lo intente." Que "aunque lo haga, lo tendrá que llevar a sus abogados para que lo compulsen y tardarán más de un mes." No sé si oyó el “vete a la mierda” tan grande en mi cabeza, porque como no abrí la boca me explotó por dentro y hasta me retumbaron los oídos. Por hacerlo breve: gestión con uno, con otro, cruzar el pueblo a zancadas a cuarenta grados a la sombra para traer un documento absurdo e insisto, repetido y no me podía creer que llevara perdidas “dos partidas” en tan poco rato. 


En aquel momento, ya llegando a mi oficina me topé con una bronca descomunal por un coche apartado en doble fila. En lugar de moverlo, e incluso en lugar de pedir que lo movieran, se gritaban dos conductores insultándose y tan ciegos de ira como estaban, habían perdido el respeto por el resto de vehículos que, ajenos, tampoco podían esperar y protestaban pitando inútilmente porque insisto: estos dos estaban ciegos y hasta sordos, pero yo no ¡yo escuché todo! Esto era una tercera señal de que un gran día, podía transformarse en un día de mierda ¡y yo no quiero ningún día de mierda! De modo que sonreí muchísimo y mientras esquivaba a los de la bronca que ya no oía y vi tras ellos ese precioso mar azul que rodea mi oficina, tan llena de luz. Los mástiles de los veleros tintineaban por el viento ¡y me gusta tanto ese espectáculo! Que de repente... lo ocupó todo. 

Recogí el puñetero documento, lo fotocopié, lo sellé y también me llevé el puñetero original, por si las moscas, y al llegar a zancadas a cuarenta grados a la sombra, estaba el zafio fumándose un cigarrillo en la puerta. Creo que no lo oyó tampoco, pero mi cabeza le dijo: “ponte la camisa por dentro, garrulo, que estás trabajando en un banco”.

Resumiendo tras dos horas gestiones: todo terminó en disculpas en privado en el despacho del director (que sepáis que me parece muy fea esa costumbre de que las broncas sean a los gritos delante de todo el mundo y las disculpas sean en privado y casi en secreto) y aunque estuve a punto de hacerle un comentario diciendo a quienes conocía yo como cien escalones por encima de él en la empresa y con quiénes había trabajado, me pareció una sobrada innecesaria y tenía más ganas de irme con mi dinero muy lejos y sonriente pensando a qué otro banco voy a trasladar esa cuenta de la empresa. 

Me comí a besos a mi hijo Mario mientras él hacía fotos de un plato de huevos fritos con patatas y beicon que había pedido en una terraza (es que yo no le cocino esas cosas). Después le gané al billar aunque tengo que reconocer que esta vez, casi me gana; nos seguimos dando besos mientras nos comíamos un helado y tuvimos una breve conversación profunda y tierna con los últimos besos y con su “te quiero”, me tragué las lágrimas (porque es que ese hombre tan atractivo me diga que me quiere, y más en una despedida, me pone inevitablemente tierna).

Y ya sola, cuando me disponía a intentar pagar mi puñetera hipoteca en la única oficina que encontré googleando, un tipo guapo en todoterreno me pitó en un paso de cebra. Era el padrino de una de mis varias bodas, mejor amigo de mi ex y al que por aquellos daños colaterales de los divorcios, hacía más de 10 años que no veía. Antes de poder reaccionar y viendo que él también iba a formar un caos circulatorio (y por hoy teníamos bastante, hombre ya), salté dentro del coche y ya una vez dentro, le pedí permiso para hacerlo. Él me preguntó automáticamente si nos íbamos a tomar algo y pasamos de largo el puñetero cajero de la puñetera oficina de la puñetera hipoteca. Yo es que soy muy facilona, pero entre un vino y un verdadero montón de cosas, suelo tirar por el vino... Y así nos quedamos un par de horas, poniéndonos al día de “lo suyo” y de “lo mío”. 

Llamé a mi prima porque habíamos quedado para cenar y para ir a un concierto, porque en vista de que queríamos prolongar "lo nuestro", para invitarla a que se acoplara y como es también muy facilona, vino rauda y veloz (e innecesariamente escotada, pero ella es así, además de facilona: traidora) y los tres formamos un trío de divorciados que se reían y mucho de sí mismos y de los patéticos detonantes que nos habían colocado donde estábamos. Ni que decir tiene que mi prima estuvo totalmente de acuerdo en que mi ex padrino de boda estaba muy guapo y a él preferí no pedirle opinión sobre el escote de mi prima, porque ya habíamos recibido un mensaje de otro primo común alertando de que no sabía si tenían más peligro sus primas o las de Rajoy. 

Mario me escribió ya desde Palma para decirme que me quiere y me lo comí a besos aunque desde whastapp no saben del todo igual y nosotras nos marchamos a un concierto a la playa y después, aún a otro. Claro, entre trayectos yo repetía: “tengo que ir a ingresar lo de la hipoteca”, pero la acústica en los conciertos ya sabéis que es muy mala y los gintonics tampoco les agudizaban el oído a los de alrededor. Casi de madrugada, sí que logré plantarme frente a frente con el puñetero cajero que inútil él, no me dejó operar y mi cabeza soltó un “bah, pues ya lo has intentado” y no quise darle una sola vuelta más al asunto y claro, entonces ya pude sumarme a los que cantaban a gritos tantas y tantas canciones conocidas y mientras gritaba algún estribillo pensaba: “La vida es aquello que te sucede mientras andas ocupado en otros planes.”


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12 comentarios:

  1. Hija, que gusto da leerte, vive una tu día intensamente, con lo bueno y lo malo.

    Ya sé que no eres de enfadarte, que tu eres muy Hommmmm! y todo eso, pero de vez en cuando una explosión y un cagarte en la puta madre de alguien sienta tan bien! Yo creo que rejuvenece y todo.

    Besos

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    1. La cita creo que es de John Lennon.
      Cuando sea mayor quiero ser hommmmm, como Pilar. Aunque sea con menos emes. Encuentro que lo de cagarse en la puta madre de alguien puede llegar a rejuvenecer y eso, pero hacer como que no te afecta y devolvérsela unos días después cancelando la cuenta quizá sea más contundente. Claro que el individuo en cuestión tiene pinta de que se la sopla el negocio de la empresa para la que trabaja.
      Besos a las dos.

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    2. Creo que sí, que las cosas no hay que guardarlas dentro porque se pudren. Tanto las buenas como las malas, ¿para qué andar guardando piropos o insultos? Pero de los últimos la verdad es que fabrico pocos y "total y p'a qué?" soy mucho más partidaria de quitarme de encima cuánto antes lo que me molesta que de andar demostrándole cuánto me indigna su mala educación. Y Macondo, querido mío, en cambio en lo profesional sí me molesta porque extiendo las responsabilidades a todos. Es responsabilidad del imbécil, de su jefe y del jefe de su jefe porque toda la plantilla de cualquier empresa, especialmente en horario de oficina (y ni te cuento en atención al público) es la imagen de una empresa y esa; en esa oficina en concreto, a mí me ha quedado muy mermada.

      ¡Y es cierto! La cita parece que es de John Lennon. Si llegamos a estar jugando al Trivial creo que hubiera dicho Woody Allen que es otro gran hacedor de citas, aunque recopilador... Uy, perdón: RECOPILADOR (con mayúsculas), por excelencia, lo eres tú.

      Recuérdame que nunca juguemos al trivial. Ha quedado demostrado en el post que cuando juego trato de ganar ;)

      ¡Besos a los dos! Os debo tropocientas visitas ;)

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    3. Puedes jugar tranquilamente al trivial conmigo, porque tengo profundas lagunas culturales además de mala memoria. De la mayoría de las citas que recopilo termino olvidando sus autores.
      Y aquí nadie le debe visitas a nadie. Ya sabemos lo liada que estás últimamente. Esto es como la montaña y Mahoma. Si Pilar no va al territorio sin dueño y a la bitácora de Macondo, Inma y Macondo van a Pilar.

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    4. ¡Ey, que hoy me estoy poniendo al día! Trabajo un poquitito, leo; leo, trabajo un poquitito... y así, todo lo que me dé el cuerpo. Mira... creo que voy a hacerme otro té y sigo con esta rutina otro ratito más ;)

      ¡Un beso!

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  2. Trepidante día de verano. Y tienes razón, las broncas en los bancoy y otras grandes empresas son a los gritos teniendo que aguantar al estúpido de turno desbarrando a más no poder, pero las disculpas son en despachos cerrados a cal y canto y donde nunca está el susodicho imbécil para ponerlo verde delante de su jefe.
    Saludos

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    1. Quiero pensar que luego se llevó una colleja y el mismo jefe por lo menos lo llamó imbécil pronunciándolo con todas las letras (yo allí, me ceñí a pensarlo). De todos modos, me consuela pensar que es que su vida sexual es aún más remota que la mía y esas cosas, quieras que no, siempre afectan en la atención al cliente. En lugar de jamones y cavas en las cestas de Navidad tendrían que ponerles kamasutras y lubricantes, caray.

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  3. Las gestiones de una mujer en la jungla diseñada por hombres.
    Fuiste a todas las gestiones con el corazón de mujer.
    Se te contestó con el idioma varonil del hombre.
    Lo importante es que estás por encima de ciertas simplezas y lo sabés.

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    1. ¡Gracias! Y apuesto, apuesto... ¡a que eres mujer!
      Un saludo. Gracias por leer y por escribir

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  4. Tengo cierta sensibilidad...
    A ti.

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  5. Que gran verdad. La vida te sucede mientras estas ocupado en otras cosas, uno suele perderse de las pequeñeces que nos ofrece el dia a dia por estar ocupado pensando en mas adelante, en mañana, en la cena, la casa, y un monton de pretextos que hacen que nos pierdamos en la nada misma.

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    1. Y además, buena parte de ese tiempo perdido se nos va en estar preocupados por vete a saber qué cosa. Obsérvese la inutilidad del asunto: pre-ocupados quiere decir que andábamos ocupados por cosas que aún no habían pasado y como al destino le gusta mucho, pero que mucho reírse en la cara de uno, probablemente ni siquiera lleguen a pasar.

      Celebro mucho tu visita a este blog, Osvaldo. Aquí tienes tu casa para cuando desees volver,

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