03 enero, 2012

la SuperMegaCreme

Soy de las que necesita, cuando va a la peluquería, que me atienda una peluquera bien peinada. Si la muchacha en cuestión va con raíces, las puntas abiertas y el pelo seco, me da igual que me venda entre risitas que “tanto peinar a otras, nunca encuentra el tiempo para ella”, mientras intenta endosarme a mí un tratamiento de keratina “fabuloso, algo caro, pero que vale la pena”. No cuela. Lo mismo en el salón de belleza, cuando te abre la puerta una mujer con el cutis reseco como si fuera el mismísimo Jesús Calleja recién bajado del Annapurna y tiene la desfachatez de intentar venderme “lo mejor de lo mejor. 70 euritos”. Para matarla, vamos...


Es como aquel coche, ¿sabéis cuál os digo? Lo habéis visto, seguro, circulando por las calles de vuestra ciudad. Lleva una gran pegatina en la luna trasera que dice “Si quieres adelgazar, pregúntame cómo” Y no sé qué tal anda la choferesa de vuestra ciudad, pero la de la mía, la vi bajando del coche un día: gorda gordísima, lo cual por descontado, no sería un problema en absoluto sino fuera por ese mínimo detalle de que pretende enseñar a otros cómo adelgazar. No es que no me merezca credibilidad, es que alguien de verdad tendría que pararla y en lugar de preguntarle "¿Cómo?" Lo que tendría que preguntarle es “¿Cuándo?” Pero, no me meto donde no me llaman y... no lo hago. Así voy por la vida: sonrío y me disculpo con la peluquera zarrapastrosa, con la esteticién a comisión de Stee Lauder mientras les digo un “no, gracias, no me interesa” y no me involucro mucho más. 

Una sola vez no tuve tanta paciencia. Vivía yo en el campo profundo, allá en Algaida (en muchos mapas ni aparece) y en lugar de tiempo libre (o “tiempo para mí” que lo llaman otros) yo, tenía hijos; montones de ellos: una hija pequeña con déficit de atención, un hijo aún más pequeño habituado ya entonces a meterse en líos y luego un bebé, que anda que no daba guerra... Además de "todo eso", trabajaba, tenía un negocio familiar y en los tiempos muertos entre lavadoras y pañales estudiaba psicología. Nada de macramé, no; psicología porque yo "quería realizarme". La cuestión es que aún tenía que hacer un organigrama suficiente para que me diera para llevar a “éstos” (sí, sí, “éstos” porque cuando tienes familia numerosa, quieras o no, en algún momento los ves como un lote: bonito a veces, pero un lote), a dentistas, revisiones, vacunas, analíticas... Una gozada, vamos, pero te lo montas y el día que llevaba a uno a un sitio, por supuesto, llevaba a todos a cualquier otra cosa y estas excursiones a la city; Palma, las aprovechaba para hacer las compras acumuladas y además llevar a mi prole por un día al año a comer comida basura. 

Debía llevar yo ya no sé las horas fuera del campo algaidí, tirando de dos cachorros mientras empujaba un tercero en un carrito cargada de bolsas. Ya sabéis... es ese punto en que uno de tus hijos quiere ir a no sé dónde y el otro tiene hambre, y el otro pipí y el primero está cansado, y ahora quiero agua y ahora pipí "es que antes no me ha salido", y el otro le ha dado un sopapo al de al lado y tú resoplas, y respiras hondo para no repartir un sopapo así solito, da igual a quién le caiga y... no lo haces; no solo porque eres una madre leída, sino porque reconozcamos que estudiando psicología estaría feo. 

Así que, en una de estas en que ya no puedes más, pero lo que se dice no poder más, que si buscas esa frase exacta en Google sale tu cara rechinando dientes en la Wikipedia, entrábamos todo el rebaño a El Corte Inglés (que mira que de serie ya me gusta poco) y una doncella me recibe con un spray en la mano. Sólo deciros que si me llega a fumigar en ese momento de mi vida es que la mato, me lanzo encima de ella en plancha allí mismo, en el hall de El Corte Inglés y le doy todos los sopapos acumulados (y reprimidos) o le fumigo en la boca, pero no, en lugar de agredirme físicamente rociándome perfume, me sonríe con un montón de dientes y opta por atacarme donde de verdad duele, y me dice con pedantería:

     -Tendría que usar SuperMegaCreme. Pero mírese... tiene Usted la piel cansada. 

Y encima, la ingenua, se me acerca a medio palmo de mi cara para observar mejor mi piel cansada. Claro, ahí descubrió la presión de mi yugular y se echó para atrás. 

     -¿La piel cansada? ¿La piel cansada? –Le grité yo- ¡Lo que tengo es el cuerpo entero cansado! ¿Has llevado alguna vez a un hijo a revisión, a otro al dentista y a otro a vacunar y te los has llevado de compras; todo, el mismo día? –La muchachita asustada, negó con la cabeza- Pues cuando lo hagas, ¡mira a ver cómo se te queda la piel! 

Y es que no saben, no saben enfocar el tema... ¿Una mujer fea quiere que le digan “Usted que es fea debería usar SuperMegaCreme”? ¿Una gorda quiere que le digan “Eh, la gorda, adelgace untándose las lorzas con SuperMegaCreme”? ¿Y si encima te lo dice una mucho más fea, y más gorda? Qué va. El funcionamiento de ese resorte interno que nos lleva a consumir es otro muy distinto. 

Rebobinemos a la entrada de El Corte Inglés. Ahí llego yo con todos mis niños y una mujer preciosa y paciente se me acerca con un spray y me dice:

     -Uy, iba a ofrecerle una crema, pero la verdad es que no la necesita en absoluto. Tiene Usted una piel fabulosa. 

Ya, claro; le das la razón y la miras con otros ojos y te parece que su cutis es delicadísimo y le preguntas:

     -¿Crema? ¿Qué crema? 
     -SuperMegacreme, con colágeno, ácido hialurónico, baba de caracol, veneno de serpiente y excremento de camello azul del Sahara... esas cosas para potenciar la belleza natural de la mujer, pero es que en serio, Usted... Uy, no quiero parecer descarada, pero tiene la piel más bonita que he visto esta semana, ¡qué digo esta semana, en la vida! Usar esta SuperMegaCreme -y aquí incluso puede enseñar una sonrisa llena de dientes mientras posa con el bote porque ya te la crees; estás creyendo cada palabra.- Sería dejarnos al resto de mortales en mal lugar. No querrá ir enamorando a todos los hombres mientras va por la calle... 

Y ya la interrumpes: 

     -¿Cuánto vale? 
     -200€ 
     -No tengo tanto, sujéteme a mis hijos que voy a empeñar mi alianza de casada y vuelvo

Así funcionan las cosas, pero no... Te provocan, casi te insultan en tus morros y pretenden que les compres unos productos que obviamente a ellas no les funcionan. 

Luego te das cuenta que lo que funciona de verdad, ¡de verdad...! Es sentirte bien contigo misma porque, mira; le montas una bronca de nada por una puñetera vez en tu vida a una sola de esas pesadas jovencitas vendedoras de hipermercado que te ven carne de cañón y después, oye... ¡que te quedas de fábula! Que estoy segura que entonces, hasta besé a mis retoños, que hay que ver lo guapos que son, y me los llevé a tomar un helado, con mi cutis cansado pero la mar de a gusto.





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2 comentarios:

  1. jajajaja ¡¡¡ me he reido mucho!! yo soy mas discreta en estas cosas pero tienes razon, hay que ir por el mundo con coherencia!

    Un beso.

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  2. Pero mirad quien ha vuelto de visita... Y encima con una gran sonrisa consigo. Bienvenida, Doña María La Brava y gracias por el comentario. Había alguna que me daba reparo utilizar porque casi parecen tabú (me refiero a gorda, guárdame el secreto) pero creo que desde el cariño, como dices, hay que ir por el mundo con coherencia. Tenía ganas de escribir sobre el asunto y encima, estaba recién venida de la pelu que, mientras me atendía un personaje tal cual describo pensaba "te vas a enterar cuando llegue a casa".
    Bueno, lo dicho, ¡vuelve cuando quieras! Siempre es un placer saberte "del otro lado" del post.

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