19 noviembre, 2011

chicas de hoy en día

Una mañana de fin de semana, poco después de divorciarme (por segunda vez) me encontraba haciendo algún tipo de chapuza en casa, ¡vete a saber! Arreglar la persiana que se quedaba encajada una y otra vez o cambiar algún enchufe que se descolgaba una y otra vez o... lo que fuera porque esta casa mía (como mi alma) parecía necesitar parches una y otra vez. Tenía de voluntaria forzosa a mi hija a falta de ofrecerle un plan mejor (mitad por mi estado de ánimo, mitad por mi situación financiera) pero, la cuestión es que... la engañaba y le vendía que “aquello” era un plan superdivertido, que éramos, como la serie de moda de por aquel entonces, “chicas de hoy en día”; mujeres valientes, capaces de todo. Sí, vale, vale... lo éramos de algún modo pero, porque la situación te fuerza a ello. Lo que quiero decir es que el nuestro no era “todoterrenismo vocacional” precisamente... 

Y hoy, muchísimos sábados después, estoy pintando el baño. Me gustaría más contaros que estoy con el equipo de decoradores... ¡No!, Mejor aún: de interioristas, decidiendo juntos mientras tomamos un cóctel si damos estuco color hueso o color marfil pero, no.
Lo que quiero decir, literalmente es que estoy pintando, que las manos que escriben este post dan pena ahora mismo, que estoy aún ataviada con un mono militar totalmente mimetizado de manchas de pinturas que me acompaña desde hace años (curioso, porque los vestidos de novia ya no los tengo, ¿dónde irían a parar?) y que uso para todos estos pringues. 

Hace un sol precioso esta mañana de noviembre y bien podría estar paseando junto al mar o tomando un ¡qué sé yo! Hasta un Cosmopolitan de Grey Goose pero, estoy haciendo una pausa, esperando a que se seque el techo de mi baño para darle otra nueva capa de Bruger blanco mate y antimoho. Como el baño tiene un espejo, quiera o no, me veo reflejada desde todos los ángulos habidos y por haber. Mi aspecto es tan distinto al “otro”, al que querríamos tener siempre; al de pintarme la raya de los ojos y untarme de crema hidratante con colágeno y retinol para salir a cenar con un hombre guapo que, me río sola y pienso que, por más que nos esforcemos y le echemos imaginación al asunto, nuestra vida tiene poco en común con las divinas chicas de Sexo en Nueva York y en cambio, podríamos encontrar más parecidos en nuestros parientes y en nuestra vida con Aída. 

“Chicas de hoy en día” le decía yo, ¿me habrá creído alguna vez? ¿Crecería confundiendo la definición de moderna con la de pringada? Un día de estos, le saco el tema, a ver qué opina. 

¡Pero no penséis que me estoy quejando! Insisto: me río. Me río de mí y pienso “Mola. Esto también es mi vida. Y me encanta” De hecho, casi no me da tiempo a pintar y lo pospongo a... ¡qué sé yo! ¿febrero? Porque el teléfono sonaba una y otra vez cada vez que me arremangaba dispuesta a empezar. Primero mi madre, que me pone al día de las últimas novedades de la familia; algunas peores pero casi todas para reírnos también. Una amiga para contarme el polvazo que echó anoche (y me alegro, me alegro, me alegro) y en su voz hay tanta alegría acumulada que me provoca cierta envidia así que llamo a mi chico para reprocharle que no esté aquí ahora mismo. No con una brocha, sino con otra herramienta dispuesta en la mano. Ha llamado mi prima para preguntarme como hago la paella porque tiene invitados a mediodía y busca inspiración y después aún, otra amiga, que “pasaba por aquí” y me pregunta si la invito a desayunar ¡por supuesto que sí! 

Hija mía de mi corazón, a eso me refería cuando te dije que tú y yo pertenecemos a esa plaga de “Chicas de hoy en día”, de mujeres valientes. Quiero decir que son capaces por sí mismas de ver lo que hay por resolver y mejorar en su vida, que pueden hacerlo por sí mismas en muchas más ocasiones de las que pudieran imaginar pero también, que si ven que no pueden, saben pedir ayuda al igual que ayudan y tienen las brochas, la botella de vino o el paquete de kleenex a mano por si alguien necesita de estas herramientas pero sobre todo, sobre todo, saben ver lo que es importante, cuales son las prioridades en la orden del día. Lo importante en un momento dado puede ser, por ejemplo, escuchar desde el teléfono el brillo de los ojos de quien ha pasado una noche de pasión inolvidable, puede ser soltar todo para improvisar una mañana de pasión inolvidable, o tal vez compartir una receta de paella o, algo tan simple como tomar un té en buena compañía y reír, reír, reír. 

Bueno, preciosa ¡preciosos todos que me leéis! Os dejo que creo que ya puedo dar una segunda capa... Y sospecho que luego me habré ganado una manicura y... hasta un Cosmopolitan. 


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