23 noviembre, 2011

nos pasamos la vida peleando

nos pasamos la vida peleando


Pelea por lo que quieres decía Rubalcaba en los millones de carteles que invadían el país. De haber tenido la oportunidad habría desaconsejado al PSOE un eslogan con un mensaje agresivo. Creo que hay formas mejores de definir el éxito que esa “lucha” que nos venden continuamente para alcanzarlo. El demandado ejecutivo agresivo es sinónimo de activo, dinámico y emprendedor... ¿Pues por qué no pedirlo así, aunque sea para no llevarse sorpresas?


Rubalcaba y su desacertada campaña me han dejado pensando en que efectivamente, nos pasamos la vida peleando. Ser luchador en esta sociedad es todo un cumplido y el no hacerlo te deja en el despreciable papel de calzonazos. 

El amor no queda exento de esta batalla: “si de verdad la quieres, lucha por ella”, “¿vas a dejar que se vaya con otro sin pelear?” La única respuesta válida es “Sí. Sí, porque si quisiera estar conmigo, estaría. Porque si no lo está libremente, no tiene ningún valor. Porque si ahora necesita que 'pelee', lo volverá a necesitar en el futuro”.

Yo simplemente, no lucho. Trato de aceptar las cosas, pero eso no significa que no me importen, sino que cuando quiero algo (o alguien), lo quiero como es y lo quiero donde quiere estar. Y así, es en realidad como quiero que me quieran. 

Ahora viene en cambio la segunda parte del asunto: yo, que no creo en luchar ni en pelear, creo e invito a discutir. Qué ironía, ¿verdad? No, por favor, antes de pelear conmigo, dejadme que me explique... 

Creo que nuestro cuerpo nos da toda la información necesaria sobre cómo estamos, qué nos hace sentir bien y qué nos hace sentir mal. Es más, a nada que practicáramos, podríamos llegar a ser unos profesionales de nosotros mismos ¿absurdo? Depende. Me encuentro a diario a gente que se empeña una y otra vez en hacerse daño y además, a menudo hasta siendo muy consciente de que lo hace. Hay muchos tipos de autocastigos: mantener una relación (de pareja o no) que no te satisface, seguir en un trabajo que te disgusta, vivir en un lugar distinto al que quisieras, comer mal, descuidarte físicamente... ¿sigo? ¿No veis retratada en esta descripción a nadie de vuestro entorno? Pues dentro de ellos hay algo; una voz afónica de tanto gritarles “¡por lo que más quieras: cambia!”  callan la voz con una hamburguesa de McDonald's en la pausa de un trabajo de mierda (¿se puede decir mierda en un blog? En este caso creo que hasta se debe) y se van al bar a hacer tiempo para no volver a casa y coincidir con quien no aman y con quien, sin embargo, por mucho que lo retrasen, acabarán compartiendo cama. Les mueve el tedio, el aburrimiento, el miedo al cambio y en realidad todo quedaría solucionado con una buena discusión. Primero podrían discutir a solas en el espejo, “¿pero se puede saber qué te pasa? ¿Qué estás haciendo con tu vida?” Y así, a solas, no les quedaría más remedio qué responder ¡lo que fuera! Y después, trazar un plan: “¿y cómo lo arreglamos? ¿Qué es lo que quieres? Pues vamos a por ello” y ya, de ahí plantarse frente al jefe, la mujer, la familia... ¡quien fuera! Para ir a por lo que sí quieren. Quizá daría lugar a una nueva discusión, a tener que exponer ahora en alto y en público los argumentos pero, ¿hay algo mejor que liberarse? 

No todas las discusiones tienen que ser tan trascendentales, pero si el asunto merece una discusión ¡discute! Enfrenta tus argumentos con los míos, porque quiero conocerte, porque quiero ver cuánta pasión pones en cada idea y porque sé que si sabes hacerlo con respeto, la discusión nos enriquecerá a los dos. 

Temo más muchos silencios, muchas palabras que son un parche de las que quisieras decir y callas... Si estás molesto, dilo. Si estás enfadado, dilo, ¡haz algo útil con ese enfado! No lo calles dentro de ti porque se pudrirá y se convertirá en un cáncer o algún día explotarás en un montón de rabia amontonada que al salir sin control puede acabar hiriendo de veras. 

Es más, deberíamos enseñar a nuestros hijos a discutir. Esas trifulcas entre hermanos, esa rivalidad en la temida adolescencia entre hijos y padres podemos hacerla sana. Podemos aprovechar para enseñarles que está bien buscar tu sitio en el mundo y también, cuando lo tienes; defenderlo. Sin culpar a nadie, sin faltar al respeto, desde la empatía y la asertividad, pero dejando muy claro siempre qué es lo que quieres y quién eres. Así, de paso, podrás estar seguro de que quien está a tu lado, lo hace porque de verdad, de verdad, conociéndote, te quiere. Y ¡carai! Creo que eso es tan bueno como liberarse...

¿Me dejáis que comparta con vosotros otras preciosas definiciones, verdad? 
  • Pelear: Contender o reñir, aunque sea sin armas o solo de palabra. 
  • Debatir: Altercar, contender, discutir, disputar sobre algo. Combatir, guerrear. 
  • (Aún más horrible) Debatirse: Luchar resistiéndose, esforzarse, agitarse. 
  • Empatía: Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.
  • Asertividad: Comunicación en la que el sujeto no agrede pero tampoco se somete a la voluntad de otras personas; en cambio, expresa sus convicciones y defiende sus derechos.
  • Discutir: Dicho de dos o más personas: Examinar atenta y particularmente una materia. Contender y alegar razones contra el parecer de alguien. 
  • Discusión: conversación donde se enfrentan y se defienden opiniones contrarias
  • Contrarias: opuestas 
  • Opuesto; mi ejemplo favorito: SEXO OPUESTO. 


¿Y lo bonito que es terminar una discusión haciendo el amor? ¡Un saludo empático para todos!




2 comentarios:

  1. Cuanta razon, coherencia y sabiduria. Por supuesto que se puede decir mierda...y cosas peores jajajaja.

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  2. Muchas gracias por leerme Julianin y en cuanto a lo de decir mierda... ¡hoy he reincidido! Un día de estos, no me reconozco y salto a cosas peores...

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