21 abril, 2012

tócame, tócame mucho


el abrazo Gustav Klimt tócame
El abrazo
Gustav Klimt   
Hay personas con las que cuesta quitaros las manos de encima: os saludáis con un abrazo interminable, con besos y más besos, con un pico, os retiráis el mechón de pelo de la frente y hacéis manitas sin parar. Hay otras, en cambio, a las que te tocas lo justo y cordialmente establecido y como si tuvierais un muelle, volvéis rápidamente cada uno a su espacio personal de comodidad. Hay otras que basta verlas por primera vez y sientes el arrebato de darles un achuchón, apretarlas en tu regazo, pellizcarles los mofletes... Hay otras a las que empezarías a acariciarle una mano y no lo haces porque eres consciente de que no verías el momento de parar. Hay otras a las que darías, además de los dos besos de rigor, un mordisquito en un lóbulo de la oreja, así sin más, porque es que tiene una orejita que te está provocando y otras, a las que directamente le darías un merecido bocado en el cuello de lo apetitoso que está o como diría nuestro filósofo Peter*: “estás tan buena que te comía con ropa y todo aunque estuviera una semana cagando trapos”.

Y sin embargo todas estas sintonías y antítesis de los cuerpos poco tienen que ver con el parentesco que nos una. Es más; algunas de ellas ya se mostraban latentes cuando éramos perfectos desconocidos. 

No es verdad que todas las amigas vamos juntas a hacer pipí. Con algunas la confianza nos lleva solo a permitirle sostenerte el bolso mientras espera junto a los lavabos mirando hacia otro lado como si al no mirar, tampoco escuchara el incómodo chorrito caer. Digo yo que esta “distancia personal” será aún menor entre vosotros, machos de la manada, que compartís mucho más que el sonido, incluso la panorámica íntegra de la anatomía de vuestros compañeros de urinario público, sean amigos o no. Pocas de nosotras podremos dar un dato fehaciente sobre los detalles anatómicos de nuestras amigas por íntimas que éstas sean. Por mucho que nos preguntéis, ni el color de la orina, creednos.

Pero salgamos de los esfínteres y volvamos al tema de los bocados en el cuello que, a esta que escribe, le gusta mucho, pero que mucho más, ¿por qué? ¿Por qué tus manos en mi cuerpo me vuelven loca o me gustan, pero en el espacio privado de nuestro dormitorio y como me toques fuera te hago una cobra (tendríais que ver a Cris haciendo la cobra**, una campeona, oigan), o reacciono ante tu piel sobre la mía como dos químicos que inevitablemente se repelen? ¿Por qué duermo abrazada a ti o, como dice la canción “solo solo solo a tu lado en la cama” y otras veces cabría el mundo entero en el hueco que existe entre tu cuerpo y el mío? ¡Claro que la ciencia, esa metomentodo, tiene teorías y más teorías! Pero no me bastan, no me alcanzan y además... me dan igual.

La proxémica (fíjate que nombre) es el estudio del uso y la percepción que el ser humano hace de su espacio social y personal. Esta propuesta es fruto del antropólogo Edward Twitchell Hall en su obra “La dimensión desconocida”, que corroboró que no nos molesta el tacto ajeno igual en Occidente como en Asia. Los latinos de conocida sangre caliente somos los que más fácil tenemos el acceso al contacto físico, abrazos, besos y arrumacos, pero porque sirva de baremo, Hall divide hasta en centímetros estas separaciones buscadas entre nosotros y “los otros”:

  • Distancia íntima. Hasta 45 cm. Esta distancia es la que mantienes con amigos íntimos en una conversación y con tu pareja. Dentro de ésta, encontramos la “distancia íntima privada” que es aquella que va de los 0 a los 15 cm. Ciertamente poca distancia...
  • Distancia personal. De 46 a 120 cm. Es la distancia entre personas que se conocen y tienen cierta confianza. Es la distancia favorita entre compañeros de trabajo, amigos y para interactuar en las fiestas. Si extendieras el brazo podrías tocar a la otra persona, pero raramente lo haces.
  • Distancia social. De 121 a 360 cm. Es la distancia que buscamos entre los extraños y además, es la más habitual entre los jefes y sus empleados. No en vano, cuanto más alto es un cargo más suele mostrarse proporcionalmente en el tamaño de la mesa de su despacho. Esta “distancia” nos remarca cuál es nuestro “sitio” frente a la otra persona. 
  • Distancia Pública. Más de 360 cm y hasta donde la vista y el oído lo permitan. Es la distancia utilizada en docencia, discursos y ponencias y evidencia quién es el orador y quién es “su” público.

Pero esto es solo si dejamos que hablen los antropólogos, ¡imaginaos si les abrimos la puerta a los psicólogos, esos locos! De tanto buscar, han encontrado infinitas fobias en nuestras relaciones con los otros. Desde la conocida agorofobia que es el miedo a las multitudes, pero también a los espacios públicos a la eremiofobia que es el miedo a estar solo, pero también está la autofobia que es el miedo a uno mismo. La afefobia, que es el miedo a ser tocado y la hapofobia que es el miedo a tocar a otro. Está la deipnofobia, que es el miedo a las cenas, especialmente a las tertulias que suelen acompañar a estas. La dishabiliofobia es el miedo a desnudarse frente a otro y la itifalofobia, que es el miedo a ver (o imaginar) un pene erecto. El miedo a “los otros” más conocido que es la xenofobia, o miedo o rechazo a los extranjeros en general, pero por ejemplo; hay miedos más específicos, como la gringofobia, o miedo a los americanos; la rusofobia o miedo a los rusos y las que se están extendiendo estos días por el sur de Europa: germanofobia o francofobia; miedo a los alemanes y a los franceses respectivamente.

Miedos, miedos, miedos... cada vez más: a los gordos, a los calvos, a los suegros y suegras (ey, que éste está justificado de tanto en tanto), a las lombrices, los pollos, los libros, los ajos y los pepinillos y sin embargo, no olvidemos que la definición primera de fobia es “miedo injustificado” o cuanto menos “desproporcionado” (reconozcamos  que corres más riesgo de que te ataque tu suegra que un pepinillo y de muchas de las suegras puedes defenderte con una rista de ajos y un crucifijo) y sin embargo, los beneficios que te ofrece tocar y ser tocado ¡son tantos! Liberas tensiones, disminuye tu nivel de estrés, la presión sanguínea y el ritmo cardíaco ¡te relajas! Y segregas una maravillosa hormona: oxitocina también conocida como “hormona del amor” que aumenta los niveles de confianza y los lazos de unión con el otro. Cuánto más toques ¡más querrás tocar! De modo que, agarra a fulanita y tócala otra vez Sam. O Bartolo, o Juan Vicente Alberto Luis de todos los santos... como quiera que te llames pero ¡tócala!

Y por la parte que "me toca", sopesando todos estos ingredientes, aunque no soy especialmente pródiga en regalar contacto físico a la primera de cambio; aunque jamás he sido de los de "¿estudias o trabajas? Morreo que te calzo", aunque me cuesta intimar con una persona y que la atracción por el sexo opuesto suele ir acompañada de un período de ganar confianza mucho más allá de una atracción física... si en un mundo tan rematadamente loco de atar, que almacena tantos y tantos miedos, que de un modo u otro derivan en hacer cada vez más grande esa distancia nuestra entre “eso que soy yo” y “eso que no soy yo y me da tanto miedo", de repente me encuentro con que me nace el deseo de rozar, tocar, palpar, sobar, arañar o hasta morder (eso sí: con cariño)... a un sujeto en cuestión y al susodicho sujeto, por aquella maravilla de las coincidencias ¡le apetece exactamente lo mismo! Pues procedo. Me dejo de tonterías y disfruto y mi muy humilde consejo para todos vosotros es que lo hagáis también. Ya sabéis... ese “tócame, tócame mucho como si fuera esta noche la última vez”.

*Más perlas de Peter: 
  • “Tienes una mirada tan dulce que te chuparía un ojo”
  • “Estás tan buena que te hacía un traje de saliba”
  • “Dime quién es tu ginecólogo para chuparle un dedo”
  • “Si tú fueras mi madre, mi padre dormía afuera”
  • “Dime cómo te llamas que te pido para Reyes”
  • “Bonitas piernas, ¿a qué hora abren?”
  • “Bonitos pantalones, quedarían bien en el suelo de mi cuarto”
  • “Bienaventurados los borrachos porque ellos te ven dos veces”

**Hacer la cobra: Dícese de un gesto más bien propio del sexo femenino que intentando esquivar a un macho también conocido en este contexto como “pesao”, “babas” o “más feo que pegarle a un padre”, intenta invadir el espacio íntimo de ella casi siempre con la lengua por delante lo que la obliga a zafarse con un movimiento característico hacia atrás y hacia a un lado. 

     Abrazos Gratis: el inicio de una original y fantástica iniciativa

     Abrazos Gratis a la española pero hay versiones e lo largo y 
     ancho del mundo

     No es de extrañar que la fría Coca Cola se haya sumado a la 
     creciente corriente de abrazar. Dentro de su campaña "Open
     Happiness" (destapa la felicidad) instaló esta Hug Machine
     en la Universidad Nacional de Singapur que regala refrescos 
     a cambio de un abrazo. 

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bésame, bésame mucho

10 comentarios:

  1. Me hacía ilusión que te hicieras miembro de mi blog (gracias), pero estoy empezando a considerarlo también un honor. Me gusta lo que dices y cómo lo dices. Escribes como los ángeles… QUE LO SEPAS.

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    1. Que "escribo como los ángeles" precisamente en un post en que he dicho "caca culo pedo pis" debe ser casi blasfemia, ¿no? Lo pienso y ya si acaso... escribo un post al respecto ;)

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  2. Cierto... Somos multitud las personas que pensamos y sentimos así...

    "Maktub" (Está escrito)... Tengo la certeza de que las palabras de las historias de este blog y otras muchas existentes en otros soportes y que nos hablan de historias de esta parte del mundo y del otro lado del Atlántico quedaran inmortalizadas en distintos formatos y podrán ser adquiridas en distintas partes del mundo!!

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    1. Acabáramos... Así que eso significaba "Maktub". Yo que creía que era como "Macondo", un invento de algún escritor que quería comprender que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver...

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  3. Muy bonito y muy divertido.

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    1. Al de "muy bonito y muy divertido" lo reconozco... Es el de "he leído todo todo todo y quiero más, cuenta cómo te detuvieron en Cuba" ;) Me alegro de saberte aún leyendo de refilón. Sabes que esto no sería lo mismo sin ti.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. ¡Uy! Cuántos hombres guapos con sus ojitos puestos en mis letras. Así da gusto...

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  6. La FELICIDAD con MAYÚSCULAS es ATEMPORAL (aunque no exenta de conflictos, de cosas que debes aprender)... Por eso siempre vuelves como a Macondo pero con la diferencia de que no es imaginaria como el Macondo de García Márquez sino REAL... Muy REAL como el AMOR...

    A medida que voy leyendo más, profundizando en "El Zahír" de Paulo Coelho... Más me gusta...

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