19 septiembre, 2008

mis muelas en Cuba

mis muelas en Cuba
Añadir leyenda

En Cuba me sucedieron tres capítulos importantes de mi vida; me detuvo la policía, por primera y única vez en mi vida (toquemos madera), fue la primera vez en que, de adulta, intentaron abusar sexualmente de mí y la tercera y a la que hoy, le dedico un poco de este tiempo: Perdí dos muelas.


Me atacó un dolor de muelas que ríete tú de un parto. De nada me sirvieron los calmantes ni antibióticos. Me duraba ya días, se me hinchó la cara y de verdad que no podía pensar en otra cosa más que en el aquel incesante y punzante pinchazo que, de tanto como me dolía, ya no sabía ni donde.

No quería o, para ser más exacta ¡me aterraba! La idea de ir a aquella clínica dental (de lo mejorcito de la zona), delante de la que pasaba cada mañana. No recuerdo en mi acomodada Ibiza, un edificio tan derruido y, sin embargo que diera síntomas de vida dentro. Pero, el dolor fue más fuerte que mis escrúpulos y me hallé en la supuesta sala de espera, rodeada de banderas, de hoces, armas varias decorando las paredes que pedían a gritos pintura y, de todos los cantos imaginables, muestras de amor al santo Castro.

El mobiliario y demás instrumentación médica no es que estuviera sucia; era simplemente vieja. Nada más se podía hacer. Pertenecían a regalos de España de vete a saber que generación porque ni en las fotos de color más sepia, ni en los documentales en blanco y negro de televisión recuerdo semejante estilo. El óxido se había apoderado de cada rincón, los plásticos estaban irremediablemente rajados y la falta de pinturas y alcohol hacían el resto.

No tardó en insinuarme la doctora que la anestesia se había acabado hacía meses pero, por tratarse de mi (¿de mí? ¡Ah, claro! Soy española; debo ser rica) Me conseguiría un poco. Su segunda insinuación, tan clara como la primera era que su hija estudiaba peluquería y que, claro, si pudiera conseguir algunos peines, y tijeras, le vendrían muy bien para hacer sus prácticas en casa. Ese era el secreto trato que firmamos en silencio.

Aplazamos para el día siguiente nuestra cita con el destino. Las dos muelas que tenía con viejos empastes iban a ser las víctimas, a pesar de que estaban separadas, una a cada lado de mis mandíbulas; cualquiera podía ser la culpable y era mejor no correr riesgos. Acabaríamos con las dos. Yo no tenía fuerzas ni para resistirme. Al menos, iba a tener anestesia.

A la mañana siguiente, ya una vez en aquel potro de dolor, me sacó la preciada anestesia, como quien quisiera darme una dosis de cocaína, con tan exagerado disimulo que, lograba exactamente el efecto contrario al que pretendía, ¿o era que pretendía el contrario del que aparentaba pretender? Y mientras me pinchó aquella ampollita que os juro, no era ni placebo porque me dolió y sentí cada crujido mientras luchaba por arrancarme aquellas muelas que se resistían a abandonar mis huesos...

Mientras, un pobre negro (negro sin buscar ofender; el hombre era oscuro como betún), corría mi misma suerte o, quizá menos aún porque él no tuvo el regalo de tan mágica y escondida botellita y, mientras gritaba como un poseso, la doctora le dio una sonora bofetada en la cara y le gritó:

   -¡Anda, calla, que esto no duele!


¿Cómo qué no duele? ¡Si yo creo que lloraba por él, más que por mí! Y entregué con su mismo fingido disimulo en cuanto pude sostenerme de pie, mi paquetito de peines, cepillos, tijeras y además, todas las estupideces relacionadas que encontré en la tienda; gomas para el pelo, horquillas, champús y pastillas de jabón porque, la verdad es que si lograban quitarme aquel dolor, nada era suficiente.

Y esa, queridos, es la historia de como dejé algo mío para siempre en Cuba: MIS MUELAS.


2 comentarios:

  1. A saber que hicieron con tus muelas. Reciclazo?
    Me has recordado que mańana sin falta tengo que pedir hora para un check dental. Siempre lo pospongo, por no faltar al trabajo y por la tarde, es que voy a mis deportes y mis yogas (hace una semana que aprendo a respirar). Que valga tu experience allí para llamar.

    ResponderEliminar
  2. ¡A saber qué hicieron con mis muelas, tienes razón! También he estado en Marruecos, en el zoco donde había una mesa habilitada. Allí iba la gente que no podía permitirse un dentista y por ejemplo, le dolían las muelas. No sólo gratis, sino que le invitaban a un chupito de "algo" tipo aguardiente y en vivo y en directo al público presente, te arrancaban la muela. ¿Qué tu problema no era que te sobrara sino que te faltaba una pieza? No había problema, porque todas aquellas piezas arrancadas a otras personas estaban esparcidas en la mesa de chupitos y podías escoger en base al tamaño que necesitaras y por muy poco te hacían algo parecido a un puente.
    Eso sí es reciclaje, ¿verdad?
    ¿Y ves también porque cuento historias? ¡No me queda más remedio!
    Un saludo,

    ResponderEliminar

y tú, ¿qué opinas?